• Asignatura: Castellano
  • Autor: nicolas6latorre
  • hace 3 años

Nos aterramos de la violencia física, pero nos hacemos la vista gorda frente los ataques verbales. Muchas personas creen que la primera, la corporal, es peor que la segunda, la verbal. Esto no es cierto. El lenguaje es tanto reflejo de la mente humana como canal de transmisión de pensamientos y emociones; él mismo representa un modo de hacer tangibles las acciones.

Unos cuantos tienen también la convicción de que las acciones pesan más que las palabras. Se desconoce, por lo tanto, que las palabras, de por sí, son formas donde la intención y la acción van juntas.

Esto significa, según el filósofo J. Austin, que "se habrá hecho algo al pronunciar esas palabras". Un ejemplo de lo anterior es una frase como “yo prometo que lo haré”; al pronunciarla, bajo ciertas condiciones, como la sinceridad de quien la dice, se lleva a cabo una acción: el compromiso de realizar algo. Siendo así, al decir algo, se puede cambiar el rumbo de los hechos, el estado de las cosas y la historia misma. Entonces, si usamos la palabra con violencia, para amenazar, asustar o coartar, a los demás, generamos situaciones de peligro, estancamiento o agresión, en una sociedad.

Al hablar de los ataques verbales, un insulto -como un calificativo despectivo (“ignorante”) parece ser una manifestación prototípica de la agresión verbal. Sin embargo, existen formas (o actos) del lenguaje, como la amenaza, que son tan negativas como el insulto.

Esos actos pasan, muchas veces, inadvertidos. Esto se debe a que, al estar más encubiertos, se prestan a varias interpretaciones. Un ejemplo de lo anterior es la dificultad para precisar el límite entre: a) una amenaza, b) un consejo, y c) una promesa (“no hagas tal cosa porque te puede pasar esto”).

Sólo la situación en sí nos puede dar claves para identificar cuál de las tres posibilidades anteriores corresponde a la verdadera intención del locutor.

Además, el verbo mal usado, con pugnacidad, tiene tres efectos: 1) coarta la libertad de pensamiento del interlocutor; 2) ataca su imagen; y 3) disminuye su espacio para actuar. Una frase, u oración, -escrita o pronunciada, en un momento y un lugar específicos, a una persona concreta- actúa en la mente humana de la misma manera que cuando se acciona un botón; genera así la capacidad de respuesta, o de interpretación.

Dicha interpretación va a depender de los conocimientos sociales, como el trato con los demás, representado en la distancia o la cercanía, así como de la jerarquía de nuestro interlocutor: si hablamos con el jefe o con un empleado del mismo escalafón, grado o rango, hasta los personales; nuestras experiencias, valores y percepciones. Por eso, si no se tiene cuidado con las palabras, ellas pueden crear angustia, desesperación, miedo o violencia, en una colectividad.

Esos sentimientos desembocarán en situaciones con desenlaces frustrados. El lenguaje, además, cargado de emociones negativas, como el odio y el rencor, nubla la capacidad de reflexión. La emoción y el razonamiento deben estar entonces en justo equilibrio.



Las palabras tienen efectos en la vida diaria; el lenguaje es una forma de acción y, yo diría, de reacción. A través de él, podemos construir pero también destruir; edificar o derrumbar; levantar o aplastar; y declarar una guerra o finalizar una contienda. Todo depende pues del uso que vayamos a dar a las palabras, su huella es sicológica, y no corporal.

Por: Isabel Rivero De Armas.

¿cuál es la tesis? ¿ cuál es el argumento?​

Respuestas

Respuesta dada por: lizcarinacoronel3
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Respuesta:

Los argumentos que apoyan la tesis son los siguientes: ... Por eso siempre incluyen una presentación para mostrar el tema sobre el que se va a argumentar, la exposición de los hechos fundamentales junto con la presentación de la tesis, la argumentación que apoya esa tesis y la conclusión donde se resume la teoría expuesta.

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