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La ética deontológica (o del deber por el deber) encuentra su máximo punto de expresión en Kant, quien estaba convencido de la existencia de una ley moral universal (el imperativo categórico) inscrita en la razón de todo ser humano (y todo ser que goce de ella), sin importar el lugar y el tiempo en el que vivan. Esta ley fue fraseada por Kant en cinco formas distintas, pero en su versión quizá más clara ordena tratar a los demás y a uno mismo siempre al mismo tiempo como fin y nunca meramente como medio o instrumento, sin importar las consecuencias y por ende, a costa de la propia felicidad de resultar necesario, como usualmente ocurre. Y no basta, añade Kant, que la acción sea conforme a la ley moral, sino que debe hacerse por respeto a la misma.En el contexto empresarial, un gerente debería respetar a sus trabajadores pagándoles un sueldo justo aunque ello, por ejemplo, reduzca sus utilidades. Lo contrario sería tratarlos como medios y no como fines en sí mismos. No importa cuánto quiera el gerente maximizar las ganancias a costa de los trabajadores, incluso si con aquel dinero quisiera ayudar a otros, por ejemplo, a través de la filantropía: entre nuestra felicidad y el cumplimiento del deber, el último prima.
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