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La búsqueda de metales preciosos y de especias de Oriente signa esta primera etapa de expansión europea. Las corrientes comerciales con esa región, que se habían desarrollado a partir de las Cruzadas, incorporan en Occidente nuevos productos cuya demanda crece considerablemente. Paralelamente al desarrollo del comercio y a la ampliación de los mercados, se va gestando en Occidente una demanda creciente de oro y plata —como moneda y elemento de acumulación de riquezas— para las transacciones comerciales.
Dicha demanda también podría ser cubierta por Oriente. Marco Polo había llegado a la China: sus relatos mencionaban minas de oro, construcciones realizadas con piedras preciosas, esmeraldas, diamantes, etc.
Las noticias sobre Japón no eran menos tentadoras. Introducirse en las civilizaciones orientales para obtener sus riquezas y sus productos fue el objetivo de las expediciones comerciales que se desarrollaron a partir del siglo XV.
El cierre del comercio con Oriente por el Mediterráneo —producido por la invasión turca en el Asia Menor— obliga a las corrientes comerciales a buscar nuevas rutas de acceso. Portugal descubre la ruta hacia la India y monopoliza el comercio con el Este estableciendo factorías fortificadas a lo largo de las costas de África y Asia; a principios del siglo XVI domina, además, las costas de China y Japón.
El descubrimiento de América brinda a España la posibilidad de explotar las ricas minas de oro y plata, luego de la dominación de los imperios Incaico y Azteca, Los pueblos orientales y americanos poseían, en esta etapa histórica, civilizaciones que habían alcanzado un importante desarrollo. Pero la utilización de la pólvora y las armas de fuego, junto con la posibilidad de explotar las luchas internas existentes en estas sociedades, brindarán a Europa una neta superioridad en el ejercicio de la violencia, la cual será utilizada hasta sus últimas consecuencias para imponer