Respuestas
Respuesta:
Ba beb bibob
Explicación:
Respuesta: Dicen que dicen que, a orillas del Río Dulce, hubo una gran carrera. La recuerdan los cóndores, que cruzaron la Cordillera solo para verla. Las comadrejas y las vizcachas, que se ubicaron en primera fila. Los quirquinchos y los zorros, que hasta hicieron apuestas. Y —cómo no— también la yarará, que fue nombrada jueza y debió tomarse aquel asunto con total seriedad.
¿Y cuándo empezó el asunto? Una mañana de otoño, medio fresca. Sapo estaba, como quien dice, papando moscas. Y no porque estuviera distraído sino todo lo contrario: atento a cualquier zumbido para sacar la lengua y ¡Glup! desayunarse un insecto.
Pero en eso apareció Surí (que así le dicen al ñandú por aquellos lados), desbaratándole la intención. Si Sapo no hubiera saltado a tiempo, de seguro moría aplastado por sus enormes patas.
—¡Más cuidado, mi amigo! —se quejó Sapo.
Y Surí lo miró. ¡Pero si era un sapo diminuto, medio feo! Lleno de verrugas verdosas y con ojos saltones.
—¡Culpa suya por ser tan pequeñajo!—le dijo desde lo alto y con tono burlón.
¡Ay, cómo se ofendió Sapo! ¿Pequeñajo, él? ¡Pero qué se pensaba ese pajarraco engreído? Y ahí nomás lo retó, con esa voz mandona que solo nos da el enojo:
—¡Pequeñajo, su abuelo! Verá que soy más grande de lo que parezco: ¡Le juego una carrera!
Las ramas del quebracho temblaron por la carcajada que largó Surí. ¡Qué simpático el sapito! ¡Jugarle una carrera a él, que era más rápido que el viento!
—Acepto —le dijo, divertido. Y quedaron para el domingo.
A ver: si el sapo no hacía lo que hacía, seguro segurísimo perdía. Así que tan mal no estuvo, ¿qué otra cosa podía hacer? Reunió a toda su familia (todos sapitos diminutos, medio feos, llenos de verrugas verdosas y con ojos saltones ¡tan iguales a él!) y les contó su plan.
Así, la madrugada del domingo todos los sapos se escondieron en distintos puntos del recorrido. Y, al momento de la carrera, fueron saliendo por turnos, siempre adelante del Surí. ¡El pobre todavía se pregunta cómo aquel sapo endemoniado habrá podido pasarlo tantas veces!
Y dicen que dicen que cuando la yarará siseó “¡Tenemos un campeón!”, Surí se sintió de pronto diminuto (¡pequeñajo!) ante aquel enorme Señor Sapo que le había ganado la carrera
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