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Los tlaxcaltecas mantuvieron una relación de enemistad y cordialidad con los mexica, pues se dice que los mexica pudieron haber acabado con ellos fácilmente. Sin embargo, prefirieron pactar con ellos un trato que consistía en llevar a cabo una serie de guerras para agradar a los dioses. Estas fueron las llamadas “guerras floridas”, a las cuales ambos imperios enviaban a sus mejores guerreros.
Tlaxcala fue el aliado más poderoso con el que contó la corona española para su expansión por el actual territorio mexicano.
Por otro lado estaban los purépecha, quienes ocuparon la región del actual estado de Guerrero, Jalisco, Guanajuato, Querétaro, Colima y el Estado de México, lo que los convertía en un poderoso rival. No solo eso, sino que además dominaban el metal, por lo que los mexica fueron derrotados siempre que intentaron conquistarlos, ya que ellos seguían utilizando la obsidiana.
La lengua de los purépecha es una de las más misteriosas, pues no se ha encontrado una semejanza con las lenguas de los reinos cercanos, lo que significa que es un idioma totalmente independiente de las demás que se hablaban en aquel tiempo. Su capital fue Tzintzuntzan, que significa “lugar de los colibríes” y se caracterizó por sus construcciones piramidales en forma de “T”. Además fueron excelentes pescadores y navegantes, así como los mejores orfebres.
Al ser el segundo mayor imperio de Mesoamérica y el más grande rival de los mexica, decidieron -al ver caer a sus enemigos-, jurar lealtad a la corona española y así evitar la masacre de su gente. Esto no fue del todo benéfico, pues Nuño de Guzmán, en 1529, arremetió contra ellos y, después de una serie de batallas, fueron sometidos por la fuerza.
Al sureste se encontraba el reino de los ben’zaa, que significa “pueblo de las nubes” y que todos conocemos como zapotecas, que en náhuatl significa “pueblo del zapote”.
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