CONSTITUCIÓN NACIONAL ARGENTINA
¿cual es su relación con el contexto histórico?
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Respuesta:
A lo largo de toda la historia, los ideales de la democracia, la libertad y la igualdad han resistido – no siempre con éxito – los embates de quienes creyeron ser dueños de la verdad. Así, un hilo conductor une a Sócrates y Galileo con la Revolución Francesa y las luchas de nuestro continente por la creación de naciones libres construidas sobre constituciones de corte liberal. Durante los últimos años en Argentina se libró una disputa que creo debe ser interpretada en este marco histórico y que culminó en las postrimerías de 2017 con un fallo de la Corte Suprema declarando inconstitucional la enseñanza religiosa obligatoria en las escuelas públicas de nuestro país.
La Argentina no es una nación que se caracterice por su estabilidad en varios sentidos relevantes. Sin embargo, hay un rasgo de nuestra identidad nacional que se mantienen intacto desde 1853 y que consiste en el compromiso histórico con la promesa constitucional de asegurar los valores fundamentales del ideario liberal: la libertad y la igualdad. La media docena de golpes de estado que sufrimos durante el siglo XX y las décadas padecidas de gobiernos no democráticos que intentaron derrotar esa promesa fueron sepultados en 1983. Las aventuras lideradas por los dictadores y sus aliados deben ser interpretadas como traumáticos y fallidos intentos de minorías violentas tendientes a derribar aquella promesa fundante y reemplazarla por otra que negara sus dos valores centrales. El retorno a la democracia y el restablecimiento de la Constitución del siglo XIX implicaron un renovado compromiso con aquellos ideales liberales. Ciertamente, en América Latina, actores con ideas libertarias radicales y muchas veces también anti-democráticas capturaron el gobierno y lograron apropiarse del mote de liberales, y es por eso que esta perspectiva filosófica se asocia injustamente en nuestra región, a diferencia de lo que sucede en resto del mundo, con visiones conservadoras y reaccionarias. Sin embargo, sus ideas están muy lejos de los valores que nuestra Constitución expresa y que pertenecen a la mejor tradición liberal y democrática: la de Voltaire, Tocqueville, John Stuart Mill, Karl Popper, Isaiah Berlin, John Rawls y, en nuestro país, Carlos Nino, entre muchos otros. La reforma de 1994, la más abarcativa y sustantiva desde 1853, reforzó ese compromiso con la derogación de (casi) todo lo que era incompatible de aquel texto original con los valores de la libertad y de la igualdad, y con el reconocimiento de nuevos derechos y garantías fundados en esos mismos principios liberales, contenidos también en los tratados internacionales de derechos humanos a los que se le asignó jerarquía constitucional.