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Junto con la familia, la escuela es otro gran agente educativo y socializador de primer orden. En la escuela será donde realmente el niño encuentre el grupo de pares, algo que le permitirá aumentar los entornos en los que se desenvuelve y que incrementará progresivamente (familia, escuela, compañeros, barrio, trabajo…) hasta la inclusión total como ciudadanos que aportan a la sociedad.
Así, la escuela y la familia son los primeros entornos en los que los niños adquieren sus primeros modelos lingüísticos. En consecuencia, ambos deben interrelacionarse para que el desarrollo del lenguaje sea enriquecedor.
Centrándonos en el desarrollo de la comunicación, la escuela cumple el papel fundamental de potenciar la comunicación, así como de compensar los posibles déficits lingüísticos del entorno en que vive el niño y proporcionar experiencias y situaciones que amplíen el léxico. De este modo, la escuela constituye el entorno privilegiado donde enseñar las habilidades comunicativas desde el punto de vista más reglado. Es en este contexto donde dichas habilidades forman parte del conjunto de contenidos curriculares obligatorios en todas las etapas educativas. Las aulas son los escenarios de acción práctica en las que tiene lugar esta enseñanza de una forma natural y experiencial.
Podemos justificar la importancia de trabajar la estimulación del lenguaje oral en la Educación Infantil a partir de las siguientes razones ;
1. El doble carácter del lenguaje (instrumento de comunicación y de pensamiento);
2. La importancia que en esta etapa educativa tienen la prevención y la detección temprana de problemas;
3. El carácter compensador del lenguaje oral;
4. Su trabajo de forma sistemática favorecerá la conciencia lingüística y, con ello, se establecerán las bases de un buen aprendizaje de la lectura.
Otro de los elementos principales de la comunicación, junto al lenguaje, es el entorno entendido como soporte físico, el decorado o escenario donde se produce la enunciación.
El entorno puede conventirse en un agente activo de la comunicacion siempre y cuando nos aporte las claves para configurar y utilizar adecuadamente los mensajes. De este modo, el lenguaje que podamos utilizar varía conforme a las demandas de cada contexto (hogar, escuela, ocio…).
A partir de ello c onsideramos el aula como un espacio de comunicación didáctica especial.
En este sentido, el entorno del aula debe ser un espacio construido por y para el alumno dentro de un clima colaborativo, participativo y motivador de su aprendizaje general y lingüístico en particular. Este ambiente debe incitar y ayudar al desarrollo de las habilidades comunicativas, favoreciendo el crecimiento personal y grupal. A modo de ejemplo, señalamos la importancia que tiene la decoración del aula a partir del diseño y la elaboración de murales y/o paneles comunicativos, desarrollados por los propios alumnos a partir de sus interses, gustos y preferencias. A su vez, los rincones se configuran como recursos que generan y promueven un clima idóneo para el trabajo simbólico como experiencial. Sin duda, cuanto más se involucre el alumno en la configuración de las actividades y del espacio en el que se mueven, mayor será la frecuencia y calidad comunicativa.
Para que todo esto se lleve a cabo de manera completa es necesario desde la escuela establecer una comunicación bidireccional con las familias, clara y directam que favorezca el conocimiento del niño y ayude a detectar las posibles dificultades o retrasos en la adquisición del lenguaje. La familia y la escuela deben formar un binomio indisoluble en el que la colaboración, el intercambio y enriquecimiento mutuo estés siempre presentes. Ambos contextos con un objetivo común : velar por el desarrollo integral de la personas