• Asignatura: Geografía
  • Autor: jarvimingachinchay
  • hace 3 años

CésarVallejo la cenamiserable una opinión personalsobre la cenamiserable​

Respuestas

Respuesta dada por: maricielomallatorres
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Respuesta:La temática crística cruza Los heraldos negros, de César Vallejo. Muchos de los poemas paracen estructurados temáticamente desde un profundo desamparo existencial cuya vértebra intertextual bien pudiera ser “Padre, por qué me has abandonado”. En “La cena miserable”, Vallejo aprovecha la anécdota límite de la última cena, en la que Cristo, consciente ya de su final, se prepara a sí mismo y a sus discípulos para su muerte. En un último momento de comunión, Cristo da a comer su cuerpo y su sangre a todos los comensales. En este poema, Vallejo parece sumar a la última cena algunos motivos de esa otra última cena que fue la crucifixión, en la que Cristo vio, en efecto, su carne mordida y su sangre escanciada de su costado, bebida por la tierra. Antes de la muerte, Cristo emite sus famosas palabras. Recordémoslas: forman una pregunta retórica. El poema de Vallejo lee así:

Hasta cuándo estaremos esperando lo que

no se nos debe… Y en qué recodo estiraremos

nuestra pobre rodilla para siempre. Hasta cuándo

la cruz que nos alienta no detendrá sus remos.

Hasta cuándo la Duda nos brindará blasones

por haber padecido

Ya nos hemos sentado

mucho a la mesa, con la amargura de un niño

que a media noche, llora de hambre, desvelado…

Y cuándo nos veremos con los demás, al borde

de una mañana eterna, desayunados todos.

Hasta cuándo este valle de lágrimas, a donde

yo nunca dije que me trajeran.

De codos

todo bañado en llanto, repito cabizbajo

y vencido: hasta cuándo la cena durará.

Hay alguien que ha bebido mucho, y se burla,

y acerca y aleja de nosotros, como negra cuchara

de amarga esencia humana, la tumba…

Y menos sabe

ese oscuro hasta cuándo la cena durará!

“La cena miserable” se compone de una sucesión de preguntas retóricas, o variantes de la misma pregunta. El recurso de la pregunta retórica se caracteriza por no implicar un interlocutor, sino que suele llamar la atención sobre sí mismo como estructura que no busca quién responda, por lo que la contestación implica un desplazamiento del sentido, y una invitación al lector a fijarse en esa condición de boomerang que no lo toca sino para hacerle repetir la pregunta como si fuera la respuesta. La pregunta retórica crea una comunión en la incertidumbre, un acuerdo tácito e inmediato en cuanto a aquéllo sobre lo cual hay que dudar, abre el círculo del “nosotros” para incluir a los otros en la cacería de un sentido inasible. En la pregunta retórica no hay un “tú” que cierre el círculo de la comunicación, sino que el “tú” es llamado a devolver la misma pregunta, a reiterarla.

El “yo” hablante poético y el “tú” interpelado forman entonces un “nosotros” del mismo lado del mensaje: la pregunta retórica. Ese “nosotros” desamparado del sentido es el que se sienta a la mesa y reitera “hasta cuándo la cena durará”. A la hora de la fuga del sentido, todos somos emisores de la pregunta retórica. Esta fuga, no obstante, organiza el nivel semántico del poema. La última pregunta y la última cena se corresponden.

El sistema metafórico del poema es bastante claro: el hablante poético iguala la muerte a la última cena. En la primera estrofa, hasta cuándo estaremos esperando lo que no se nos debe (la muerte), en qué recodo estiraremos nuestra pobre rodilla para siempre (la muerte), hasta cuándo vamos a sufrir el cargar esta cruz (la espera de lo que no se nos debe, la muerte). La reiteración de la pregunta desde diferentes ángulos no hace más que ampliar la falta de simetría de la muerte, los sufrimientos que suscita, y el desamparo ante ella. El resultado, la muerte, viene de afuera, está fuera del control y del conocimiento del hablante poético. Quizás ella sea el “tú” tan esperado y tan postpuesto. O quizás ese “tú” sea el “nosotros” en la muerte, para formar así una sucesión temporal de personas gramaticales que se anonada ante la eternidad definitiva de la muerte.

La segunda estrofa añade ironía a la estructura de la pregunta retórica. El hablante poético no pregunta “hasta cuándo voy a dudar”, sino hasta cuándo la duda nos distraerá de la certidumbre de la fuga del sentido. Es la duda la que brinda blasones frágiles, falaces, fantasmales, porque, en la anécdota del poema, lo cierto es que “nos hemos sentado mucho a la mesa”, que ciertamente está representada como un valle de lágrimas. Y nuevamente la cita de la anécdota crística: un niño hambriento, desvelado, nos remite otra vez al “tengo hambre, ¿por qué me has abandonado?” El que da de comer su cuerpo, nada tiene qué comer en la noche oscura de su desesperanza.

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