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Los desafíos de la población en Chile
Hoy 11 de julio, en el Día Mundial de la Población, se estima que Chile tendrá 16 millones 600 mil habitantes. Se acerca a esta fecha con un patrón caracterizado por unos índices demográficos y epidemiológicos que no se encuentran tan distantes de aquellos que registran en la actualidad las naciones más desarrolladas, aunque sí manteniendo unas mayores desigualdades sociales y étnicas.
La población chilena ha experimentado una rápida y profunda transformación en las últimas décadas, en un proceso en gran parte ineludible y que exhibe rasgos en cierto modo predecibles, que resulta de tres transiciones en constante interacción: la transición demográfica, la epidemiológica y la urbana.
La evolución demográfica que ha vivido el país en las últimas cinco décadas es la consecuencia de la baja fecundidad y del aumento de la esperanza de vida. Actualmente, Chile se sitúa en una etapa avanzada, y casi final, de su transición demográfica, con un número promedio de dos hijos por cada mujer, una esperanza de vida que se acerca a los 78 años, un crecimiento poblacional que ha disminuido a alrededor de 1% y un número relativamente estable de nacimientos anuales en las últimas tres décadas e incluso en disminución en los últimos tres lustros.
Estos cambios han tenido efectos positivos en la capacidad del país de enfrentar las necesidades de su población. De hecho, han permitido aumentar de manera significativa la inversión social por cada niño que nace en el país y con ello han mejorado las oportunidades para que Chile realice una inversión más intensa en la salud de la niñez y en la formación de su capital humano.
Sin embargo, este período que ha venido experimentando el país de "bono demográfico" no es indefinido; de hecho, ya ha empezado una nueva etapa, con un aumento del peso relativo de las personas mayores en la estructura por edades. En efecto, la población chilena seguirá aumentando y llegará a superar los 20 millones hacia 2050, pero ese crecimiento será básicamente de adultos y adultos mayores. Este hecho exige una mirada renovada a las necesidades que deberán enfrentar los sistemas de protección social.
El envejecimiento progresivo de la población va unido al proceso de transición epidemiológica, que lleva a nuevas causas de muerte, más centradas en enfermedades crónicas y no transmisibles, que suelen implicar mayores costos. Sus alcances plantean desafíos importantes que el país deberá enfrentar mediante una readecuación de las políticas, programas e infraestructura a esta nueva realidad demográfica.
Como parte de los nuevos retos que el país deberá enfrentar está el diseño de políticas sobre la migración internacional. Si bien este proceso no es en Chile un elemento central en el crecimiento poblacional, tiene su propia singularidad. Las características de los movimientos recientes crean una diversificación cultural, que se nutre y puede también nutrir una visión más cosmopolita del país. Estos procesos plantean desafíos en áreas tales como las formas de acogida, los efectos en el mercado laboral y la integración regional, que, por lo demás, ya están siendo objeto de políticas en el país y se instalan en la agenda pública del siglo XXI. Un gran desafío al que se unirá la atención a la comunidad de chilenos en el exterior, una de las más nutridas de América Latina.
La transición urbana, por su parte, ya se encuentra muy avanzada, porque un poco menos de 90% de la población reside en el ámbito urbano y casi 80% lo hace en localidades de 20 mil o más habitantes. Así, el proceso de urbanización no se detuvo con la reorientación del modelo de desarrollo hacia la exportación, sobre todo de materias primas. Y pese a que Santiago sigue siendo muy gravitante en todos los planos, el último censo mostró que, por primera vez, la capital tuvo una migración interna neta negativa, básicamente porque mucha gente se desplazó hacia ciudades de otras regiones.
De hecho, la estructura del sistema de ciudades que se registra hoy en Chile, con casi 70 de 20 mil o más habitantes, constituye un activo muy valioso. Una de las lecciones del desarrollo moderno es que una malla de aglomerados urbanos diversificada, dinámica e interactiva facilita la innovación, el aumento de la productividad, el acceso a servicios y el despliegue de la ciudadanía. Otra lección es que las desigualdades territoriales debilitan la cohesión social y suelen generar trampas de pobreza.
Chile ha avanzado mucho en este plano y se destaca dentro de América Latina por la homogeneidad de sus indicadores sociales entre regiones. La reciente encuesta Casen arroja otro dato distintivo: en 2006 la pobreza por ingresos era menor en el ámbito rural que en el urbano, lo que está en línea con las enormes y variadas potencialidades económicas, además de su aporte en materia de seguridad alimentaria que ha mostrado tener el campo chileno.