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El Gran Señor
Un día, a la puerta del Gran Señor
llamó un múſio alemán.
Llevaba un traje de color rojo brillante
y tenía un apetito de gigante.
Saludando con cortés adernán,
pidió al Gran Señor:
--Dame un pedazo de pan tierno,
estoy cansado y hambriento.
- Oh, pobre niño de dulce mirada,
te daré unas lenguas por mí cocinadas.
Son de grano bien picado,
con sal condimentado,
cocido y un poco fermentado,
hasta que se pone rubio dorado .
Se mezcla luego con polenta amarilla,
que la cocción ablanda de maravilla,
y se le añade luego
una clara de huevo.
El plato te está destinado,
prueba aunque sea un bocado.
El niño lo probó
y en príncipe se convirtió.
--Prueba tú estas lenguas también.
Comerás una y querrás luego cien.
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como que tienes que aser
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