Respuestas
Respuesta:
“Él [Túpac Yupanqui] era un hombre que no había tenido nada que ver con el mar hasta que lo conoció cuando conquistó el golfo de Guayaquil [Ecuador], y descubrió las balsas. [...] Y siguiendo además las corrientes y los vientos, entendió que estas podían llegar a cualquier parte”, le dijo hace unos años a El Comercio el fallecido historiador José Antonio del Busto, autor del libro “Túpac Yupanqui. Descubridor de Oceanía” –que reúne 30 pruebas que confirmarían la veracidad de esta teoría–.
—El explorador—
Túpac Yupanqui –aseguraba Del Busto– conquistó más que Alejandro Magno. Y luego de obtener el control de la isla Puná (Ecuador), a la que llegó en balsa, recibió noticias de la existencia de dos islas lejanas que albergaban una gran variedad de recursos: Auachumbi y Ninachumbi. Los cronistas Pedro Sarmiento de Gamboa, Martín de Murúa y Miguel Cabello de Balboa –que vivieron en el virreinato del Perú en el siglo XVI– coinciden con este relato.
Con 120 embarcaciones y 2.000 hombres, el joven príncipe –de acuerdo con la teoría que rescata Del Busto– inició su aventura a estas dos islas, que se tratarían de Mangareva y Rapa Nui (Isla de Pascua). También llegaría a Nuku Hiva, en el archipiélago de Las Marquesas.
¿Pero cuáles son los indicios que apoyan esta propuesta? En primer lugar, las crónicas indican que tras su viaje, el príncipe inca no solo trajo consigo oro, plata, esmeraldas y animales raros, sino también esclavos negros.
Al no haber registro de exploraciones de Túpac Yupanqui a África, Del Busto aseguraba que se trataba de esclavos de Melanesia –otra subregión de Oceanía– que se encontraban en las islas mencionadas. Asimismo, en Nuku Hiva se hallaron quipus –herramienta para llevar la contabilidad–, conocidos en aquel lugar como quipona.
—El rey Tupa—
Para Joseph Dager, profesor de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya y estudiante de Del Busto, entre los varios indicios que recogió su profesor acerca de la presencia inca en Oceanía, hay dos que predominan. El primero es la leyenda del rey Tupa, que hasta la fecha se mantiene en la isla de Mangareva. El relato habla de la llegada de este personaje en una flota de pae pae, balsa a vela con doble mástil, y que deslumbró a los nativos con la cerámica, pues era un mundo precerámico; los metales, porque los lugareños estaban en la edad de la piedra, y la textilería. Cabe resaltar que en dicho lugar existe la danza del rey Tupa.
El segundo indicio importante está en Rapa Nui, que alberga una construcción con características incaicas llamada Vinapú.
“Es una construcción en la que ponen piedra sobre piedra, y entre estas no puede entrar ni un clavo. Esta técnica se ve en las ciudades incaicas del Cusco”, señala Dager.
En este lugar, del mismo modo que en Mangareva, existe un personaje legendario bautizado como Mahuna-te Ra’á, que se traduce como “hijo del Sol”. Para Del busto era una referencia del príncipe inca. Se apoyaba también en la existencia de palabras quechuas en Rapa Nui. Por ejemplo, el tocado que tienen en la cabeza los famosos monolitos de la isla se llaman puka, que en quechua significa rojo. Hay también indicios de viajes entre Moquegua y Pascua.
—La misión a Australia que salió del Callao—
Entre las primeras exploraciones occidentales registradas a Australia, hay una que salió del puerto del Callao en 1605. La misión fue comandada por Luis Vas de Torres, navegante hispano portugués. Atravesó el estrecho entre Australia y Nueva Guinea, que ahora lleva su nombre.
En el San Pedrisco, una embarcación de 40 toneladas, recorrió por tres meses las costas australianas. Durante más de 2 meses, los españoles navegaron a lo largo de la costa de Nueva Guinea, que reclamaron para Felipe III, lucharon con los nativos y capturaron algunos. El 22 de mayo de 1607, Torres llegó a Manila, capital de Filipinas, donde desapareció de la historia, según el diccionario australiano de biografía.
Explicación: En primer lugar, las crónicas indican que tras su viaje, el príncipe inca no solo trajo consigo oro, plata, esmeraldas y animales raros, sino también esclavos negros