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La relación entre soberanías y territorios -o entre geografías y espacios políticos- en el mundo ibérico, especialmente al final del período colonial y en las primeras décadas de las independencias, ocupó una parte significativa de la vida política. Dio lugar a largas negociaciones, o, en ocasiones, a luchas violentas y disputas entre distintas unidades políticas y sus representantes (estados, provincias, pueblos, diplomáticos, corsarios, etc.) o, al interior de los mismos, entre el gobierno nacional, las provincias y los pueblos.
Las reformas ilustradas impulsadas desde Madrid y Lisboa durante la segunda mitad del siglo XVIII, habían buscado la integración de los territorios de las coronas a través del fortalecimiento de una soberanía monárquica, a la vez que generaron reclamos de pueblos y provincias por sus fueros, libertades y franquicias. Los estados independientes heredaron estas tensiones, que se expresaron en conflictos políticos y jurisdiccionales entre diversas y nuevas formas de soberanías. Desde una perspectiva de historia política y conceptual, proponemos indagar sobre los procesos de construcción territorial de espacios iberoamericanos, estudiando las transformaciones de los conceptos que permitieron pensar y significar las complejas relaciones entre el poder representativo y los territorios.
Los estados iberoamericanos que surgieron de la crisis de 1808 asumieron un legado imperial que definía los territorios como jurisdicciones. Estos describían un conjunto de derechos heterogéneos sobre espacios de contornos borrosos, difíciles de establecer en un mapa. Así, los límites que dividían diócesis, gobernaciones, capitanías, audiencias, provincias de eclesiásticos regulares no eran líneas, sino una extensión de tierra que en ocasiones tenía cientos de kilómetros cuadrados, en los que había algunas poblaciones que estaban bajo jurisdicción de una capital y otras bajo la de otra. Esto se originaba, en buena medida, porque el rey ejercía su soberanía sobre gentes y pueblos, y no sobre la tierra (la tierra era parte del patrimonio real, según algunas concepciones). Recién en el siglo XVIII comenzó una cartografía con líneas fronterizas sobre las cuales se basó la construcción territorial de nuevos estados aunque, dado los antecedentes, ello ocasionó numerosos conflictos diplomáticos y bélicos.
La indefinición relativa de los límites jurisdiccionales suscitaba roces y conflictos entre gobiernos territorializados a todas las escalas: pueblos, provincias, virreinatos y luego naciones. Las pugnas sobre las fronteras, relacionadas con el principio uti possidetis iuris, constituyeron uno de los mayores problemas de los estados iberoamericanos a lo largo de su historia. A su vez, la impronta del pluralismo jurídico, el paradigma jurisdiccional de la administración de justicia y la persistencia de fueros que tenían una traducción espacial—caso de las comunidades indígenas o de las propiedades eclesiásticas— implicaban el solapamiento de espacios de poder. La permanencia de las instituciones corporativas con sus componentes espaciales en los nuevos estados -basados en la soberanía indivisa y homogénea- provocó la multiplicación de conflictos y de acomodamientos. En el plano político, la autonomía que las provincias habían ganado en el curso del proceso emancipatorio obligaba a los estados a manejar el arte sutil de la composición y federación de los territorios a través de una suerte de diplomacia interior. La difícil coincidencia entre territorio y soberanía también fue el resultado de los rasgos de la cultura constitucional del mundo hispánico, de sus lenguajes, de sus soberanías difusas, de sus territorios fluctuantes. Algunos de los conflictos que generaron estos desfases entre territorio y soberanía se plasmaron en el intenso debate sobre federalismo, confederalismo y centralismo. En España, por ejemplo, estas tensiones se expresaron a través de la pugna entre la soberanía unificadora del estado y el foralismo provincial.
Este estudio pretende tender líneas de comparación sobre la construcción de diferentes espacios en el continente americano que habían pertenecido a las coronas españolas, portuguesa, británica, francesa y holandesa. Asimismo, procura cartografiar sus resultados, es decir, representar los conflictos, solapamientos y acomodamientos entre territorio y soberanía a partir de algunos casos específicos.
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