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Ser joven nunca ha sido fácil. Y eso que todo el mundo siempre repite lo mismo: “ojalá tuviese yo veinte años”. Hace pocas semanas, en la cadena primera de la televisión nacional italiana, Roberto Benigni recordaba como Goffredo Mameli compuso las letras del himno nacional italiano con veinte años. Al cabo de un par de años murió por causa de unas heridas que le hicieron durante uno de los muchos combates en los que participó en ocasión de los motes románticos del Risorgimento italiano. John Simon Ritchie – tal vez mejor conocido por el pseudónimo Sid Vicious – murió también con 22, tras haberse convertido en el icono universal de la cultura Punk. Egon Schiele murió con 28, Piero Manzoni con 30 y Amedeo Modigliani con 36. Y podríamos seguir con un listado interminable, desde Nerón, el cual se suicidó con 30, hasta James Dean, desaparecido con 24.
A lo largo del último siglo millones de páginas se han escrito sobre la “condición juvenil” y especialmente sobre la así llamada teenage culture, algo que, a partir de la segunda postguerra mundial, se ha convertido en uno de los fenómenos masivos sociales y culturales más relevantes de los países occidentales. Y hay que reconocer que el concepto de juventud se ha ido dilatando a lo largo de la historia, hasta convertirse en un concepto hoy en día muy relativo. Hoy en día, nos sentimos “jóvenes” con 45 años (o incluso más), “chavales” con 35, “niños” con 20.
En realidad, ser joven hoy en día sigue siendo bastante complicado, puesto que en muchos casos esta condición existencial se encuentra acompañada por una falta estructural de condiciones laborales aceptables; una carencia casi absoluta de perspectivas claras de cara al futuro; un sentido de precariedad profundo y permanente; un híper consumismo invasivo; una autorreferencialidad perversa que roza en ocasiones el autismo social; la incomunicación y el aplastamiento de la percepción del tiempo sobre una dimensión única: la del presente. Un presente absoluto, perpetuo y constante. Remoto y tiránico.
Desde el punto de vista plástico, una representación muy significativa de lo que puede ser sentirse joven hoy en día es la obra de Rosana Antoli (Alcoy, 1981) .En la entrevista q le hicieron el año pasado la artista hablaba en los siguientes términos de su trabajo, de la importancia que tienen en su obra la dimensión autobiográfica y de su inquietud por plasmar conscientemente sus propias vivencias cotidianas:«Mi obra tiene un alto componente autobiográfico en el sentido de que muchas de las vivencias o ejercicios de autoanálisis a los que me someto diariamente son plasmados en los proyectos u obras que realizo. Son muestras de mi vida y de las que me rodean. Exagero y dramatizo, o ridiculizo muchas de ellas. Podríamos decir que la ficción altera la realidad en el momento que empiezo a dibujarlo. Los diferentes estados en los que me encuentro o la forma que tengo de vivirlos, construyen la forma que tengo de contarlo».
A la pregunta ¿Cómo ves la época actual? Rosana me contestó: «Como una burbuja de vidrio, donde hay un millón de seres minúsculos andando sobre ella, cada uno con unos auriculares, cada uno con su banda sonora, cada uno pisando donde quiere, de esta forma uno no oye las bombas que pone otro y de la misma forma no le duelen los besos que le dan. Si se quitan los auriculares no se qué pasaría, supongo que viviríamos…».
Estas premisas estéticas han sido plasmadas en las obras que Rosana Antolí presenta actualmente en la exposición titulada Soy joven. Me aburro: segunda individual (después de The Beauty of The Game del año 2008) en la galería AranaPoveda de Madrid. En estas nuevas obras se puede apreciar una evolución coherente del personal discurso plástico de la artista, que se desarrolla ahora entre el dibujo; la pintura; la experimentación de la tercera dimensión, a través del volumen escultórico, y la animación en vídeo. Entre las obras expuestas cabe mencionar sin duda La cosmonauta (2011), escultura/instalación en madera, pasta de papel, fibra de vidrio, cadenas y globo de PVC (120 x 70 x 40 cm.). Esta obra fue expuesta por primera vez en JUSTMAD2 (febrero 2011) y representó una de las propuestas más frescas e interesantes de la feria, junto con las pinturas de María Bueno (Málaga, 1976); las videoesculturas de Jakub Nepraš (Praga, 1981); las piezas pertenecientes a la serie De padres y de hijos de Germán Gomez (Gijón, 1972) y la escultura Cavalo inteiro del portugués David Oliveira (Lisboa, 1980) Los contextos autobiográficos se encuentran representados con ironía y ligereza pero, al mismo tiempo, expresan una carga metafórica capaz de sugerir reflexiones más profundas. Lo dicho se encuentra rotundamente condensado en la ya mencionada La cosmonauta, que constituye sin duda la obra más intensa, madura y prometedora de cara al desarrollo futuro del trabajo de esta artista emergente dentro del panorama artístico español.
A lo largo del último siglo millones de páginas se han escrito sobre la “condición juvenil” y especialmente sobre la así llamada teenage culture, algo que, a partir de la segunda postguerra mundial, se ha convertido en uno de los fenómenos masivos sociales y culturales más relevantes de los países occidentales. Y hay que reconocer que el concepto de juventud se ha ido dilatando a lo largo de la historia, hasta convertirse en un concepto hoy en día muy relativo. Hoy en día, nos sentimos “jóvenes” con 45 años (o incluso más), “chavales” con 35, “niños” con 20.
En realidad, ser joven hoy en día sigue siendo bastante complicado, puesto que en muchos casos esta condición existencial se encuentra acompañada por una falta estructural de condiciones laborales aceptables; una carencia casi absoluta de perspectivas claras de cara al futuro; un sentido de precariedad profundo y permanente; un híper consumismo invasivo; una autorreferencialidad perversa que roza en ocasiones el autismo social; la incomunicación y el aplastamiento de la percepción del tiempo sobre una dimensión única: la del presente. Un presente absoluto, perpetuo y constante. Remoto y tiránico.
Desde el punto de vista plástico, una representación muy significativa de lo que puede ser sentirse joven hoy en día es la obra de Rosana Antoli (Alcoy, 1981) .En la entrevista q le hicieron el año pasado la artista hablaba en los siguientes términos de su trabajo, de la importancia que tienen en su obra la dimensión autobiográfica y de su inquietud por plasmar conscientemente sus propias vivencias cotidianas:«Mi obra tiene un alto componente autobiográfico en el sentido de que muchas de las vivencias o ejercicios de autoanálisis a los que me someto diariamente son plasmados en los proyectos u obras que realizo. Son muestras de mi vida y de las que me rodean. Exagero y dramatizo, o ridiculizo muchas de ellas. Podríamos decir que la ficción altera la realidad en el momento que empiezo a dibujarlo. Los diferentes estados en los que me encuentro o la forma que tengo de vivirlos, construyen la forma que tengo de contarlo».
A la pregunta ¿Cómo ves la época actual? Rosana me contestó: «Como una burbuja de vidrio, donde hay un millón de seres minúsculos andando sobre ella, cada uno con unos auriculares, cada uno con su banda sonora, cada uno pisando donde quiere, de esta forma uno no oye las bombas que pone otro y de la misma forma no le duelen los besos que le dan. Si se quitan los auriculares no se qué pasaría, supongo que viviríamos…».
Estas premisas estéticas han sido plasmadas en las obras que Rosana Antolí presenta actualmente en la exposición titulada Soy joven. Me aburro: segunda individual (después de The Beauty of The Game del año 2008) en la galería AranaPoveda de Madrid. En estas nuevas obras se puede apreciar una evolución coherente del personal discurso plástico de la artista, que se desarrolla ahora entre el dibujo; la pintura; la experimentación de la tercera dimensión, a través del volumen escultórico, y la animación en vídeo. Entre las obras expuestas cabe mencionar sin duda La cosmonauta (2011), escultura/instalación en madera, pasta de papel, fibra de vidrio, cadenas y globo de PVC (120 x 70 x 40 cm.). Esta obra fue expuesta por primera vez en JUSTMAD2 (febrero 2011) y representó una de las propuestas más frescas e interesantes de la feria, junto con las pinturas de María Bueno (Málaga, 1976); las videoesculturas de Jakub Nepraš (Praga, 1981); las piezas pertenecientes a la serie De padres y de hijos de Germán Gomez (Gijón, 1972) y la escultura Cavalo inteiro del portugués David Oliveira (Lisboa, 1980) Los contextos autobiográficos se encuentran representados con ironía y ligereza pero, al mismo tiempo, expresan una carga metafórica capaz de sugerir reflexiones más profundas. Lo dicho se encuentra rotundamente condensado en la ya mencionada La cosmonauta, que constituye sin duda la obra más intensa, madura y prometedora de cara al desarrollo futuro del trabajo de esta artista emergente dentro del panorama artístico español.
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