• Asignatura: Religión
  • Autor: yufamaor
  • hace 4 años

Que es la paz para mama​

Respuestas

Respuesta dada por: yenni3217
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Respuesta:

la paz de mama es estar tranquila sabiendo que sus hijos duermen y sabiendo que ya termino las coas del hogar


cvvisaguirre: Una mamá está en paz cuando ya esta descansando en el más allá cuando ya está con Dios
santiagoleyva3: eso fue duro
cvvisaguirre: si lo se mi mamá lo dice siempre y eso es muy cierto, pero triste.
Respuesta dada por: lagenio28
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Quizás por haber vivido tantos años en medio de una guerra soterrada, tan distinta a las de los textos de historia que traen ya las fechas de inicio y de final tajantemente separadas por un guion, no es fácil imaginar una respuesta. Tal vez porque seguimos suspendidos en el guion, sin saber si podremos anotar este año 2017 o el siguiente o el siguiente como fecha de cierre, nadie está en capacidad de explicar qué significa esa promesa de una “paz estable y duradera”. La frase, que a veces parece de cajón y se anuncia como centro de otro debate electoral, entraña una dosis de incertidumbre propia de los tiempos de transición y es plausible esperar nuevos episodios en esta guerra irregular.

Al parecer, la única certeza que hoy compartimos es la de haber pasado nuestras vidas –largas, breves o nacientes– en medio del conflicto armado, y esa certeza nos ha marcado más de lo que estamos dispuestos a reconocer.

El relato de un país roto en pedazos que nos hemos disputado y que hoy seguimos vociferando entre noticieros, sobremesas y comienzos de campaña nos condena a repetir libretos heredados. Y ahí están ellos, los nuevos ciudadanos, en busca de palabras para inventar otras versiones de este país en el que vivirán y en el que tendrán que aprender (ojalá) a conocerse y a reconciliarse.

Más allá de lo que logre o no el Estado con sus mecanismos, sus cronologías y sus prórrogas, y con los “buenos oficios” de las ONG y la comunidad internacional, una gran porción de los problemas está en manos de nosotros y, muy pronto también, en manos de esos nuevos ciudadanos. Podemos elegir si seguimos transmitiéndoles el libreto de los buenos y los malos en el que estamos enganchados, o si asumimos el desafío de cambiar desde adentro para intentar cambiar lo que está afuera.

¿Cómo educar a un niño colombiano para que no sea víctima o victimario de ese libreto de la exclusión y de la segregación que comienza desde la infancia? ¿Qué experiencias se están desarrollando en territorios colombianos? ¿Qué se está haciendo en las grandes ciudades para cambiar esa mentalidad de no mirar lo que está afuera del conjunto cerrado, del colegio privado o del campo de visión, cualquiera que sea?

Por supuesto, la construcción de una sociedad incluyente después de tantos años de conflicto armado no es una fórmula mágica y hay que reconocer que ninguna universidad, ninguna experiencia previa y ningún trabajo nos han preparado para cambiar el modelo de exclusión en el que crecimos. Sin embargo, en medio de la incertidumbre, es claro que necesitamos un cambio pedagógico y cultural y que, salvo pequeñas experiencias poco divulgadas en las grandes ciudades, no estamos haciendo aún nada consistente para afrontar el desafío. O, al menos, para saber que tenemos semejante desafío.

Necesitamos una pedagogía que ensaye otras propuestas frente a la polarización que se construye desde los bancos de la escuela, que nutra las clases con debates inaplazables sobre memoria histórica, que deje entrar familias diversas y procedencias diversas a todas las instituciones educativas y que albergue y propicie la diferencia como el currículo esencial para resolver conflictos desde la infancia. Más allá de subir los puntajes de un examen, tenemos que pensar, como nación, en esa apuesta cultural.

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