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Capítulo II: Estructura de la Misa, sus elementos y sus partes
De la Institución General del Misal Romano
I. Estructura general de la Misa
27. En la Misa o Cena del Señor, el pueblo de Dios es convocado bajo la presidencia del sacerdote, que actúa en la persona de Cristo, para celebrar el memorial del Señor o sacrificio eucarístico[37]. De ahí que sea eminentemente válida, cuando se habla de la asamblea local de la santa Iglesia, aquella promesa de Cristo: “Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18, 20). Pues en la celebración de la Misa, en la cual se perpetúa el sacrificio de la cruz[38], Cristo está realmente presente en la misma asamblea congregada en su nombre, en la persona del ministro, en su palabra y, ciertamente de una manera sustancial y permanente, bajo las especies eucarísticas[39].
28. La Misa consta en cierto sentido de dos partes: la Liturgia de la Palabra y la Liturgia eucarística, tan estrechamente unidas entre sí, que constituyen un solo acto de culto[40] ya que en la Misa se dispone la mesa, tanto de la Palabra de Dios como del Cuerpo de Cristo, en la que los fieles encuentran instrucción y alimento cristiano[41]. Otros ritos pertenecen a la apertura y conclusión de la celebración.
II. Diversos elementos de la Misa
Lectura de la Palabra de Dios y su explicación
29. Cuando se leen en la Iglesia las Sagradas Escrituras, Dios mismo habla a su pueblo, y Cristo, presente en su palabra, anuncia el Evangelio.
Por eso las lecturas de la Palabra de Dios que proporcionan a la Liturgia un elemento de grandísima importancia, deben ser escuchadas por todos con veneración. Y aunque la palabra divina, en las lecturas de la Sagrada Escritura, va dirigida a todos los hombres de todos los tiempos y está al alcance de su entendimiento, sin embargo, su comprensión y eficacia aumenta con una explicación viva, es decir, con la homilía, que es parte de la acción litúrgica[42].
Oraciones y partes que corresponden al sacerdote
30. Entre las atribuciones del sacerdote ocupa el primer lugar la Plegaria eucarística, que es el culmen de toda la celebración. Se añaden a ésta otras oraciones, a saber, la oración colecta, la oración sobre las ofrendas y la oración después de la Comunión. Estas oraciones las dirige a Dios el sacerdote que preside la asamblea actuando en la persona de Cristo, en nombre de todo el pueblo santo y de todos los presentes[43]. Con razón, pues, se denominan “oraciones presidenciales”.
31. Igualmente corresponde al sacerdote, que ejercita el cargo de presidente de la asamblea reunida, decir algunas moniciones previstas en el rito mismo. Donde las rúbricas lo establecen, es lícito que el celebrante adapte un poco las moniciones para que respondan mejor a la comprensión de los participantes; sin embargo, el sacerdote procure siempre conservar el sentido de la monición que viene propuesto en el Misal y expresarlo con pocas palabras. Corresponde asimismo al sacerdote que preside moderar la Palabra de Dios y dar la bendición final. También le está permitido introducir a los fieles en la Misa del día