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Cuando nació el Nuevo Testamento el mundo Israelita estaba dominado por el Imperio Romano, el Imperio que más ha durado en la historia de la humanidad; de este ambiente surgió un pequeño paquete de escritos revolucionarios, capaz de hacer lo que ningún otro libro religioso ha logrado hacer: cambiar al mundo y su historia. Ese es el Nuevo Testamento.
El Nuevo Testamento, escrito no en el griego clásico de los escritores y dramaturgos de la época, sino en el griego común o koiné que era el lenguaje del pueblo, llegó a estar confeccionado en su mayoría en el lapso de una sola generación, para la primera mitad del segundo siglo ya estaba concluida toda la obra; la diferencia es bien notoria comparándola con el Antiguo Testamento, el cual se escribió en un período de unos mil años en el espacio de muchísimas generaciones.
Nadie se puso a escribir algo que se llamaría Nuevo Testamento. Nadie dijo: tenemos un Antiguo Testamento ¿por qué no escribimos uno Nuevo? En los primeros días de Jesús y sus discípulos, lo que nosotros llamamos Antiguo Testamento se llamaba simplemente Las Escrituras (literalmente escritos).
Jesús no escribió nada. La última orden a sus apóstoles no fue que escribiesen un libro, sino que predicasen el Evangelio e hiciesen discípulos. Pero al ponerse a cumplir aquel mandato, necesitaron material escrito para la difusión práctica del Evangelio. Tres fueron las necesidades más fuertes que indujeron a escribir el Nuevo Testamento:
1) Difundir el mensaje: al principio, el anuncio del mensaje de Jesús fue sólo oral.
2) Solución de problemas: Después de la resurrección de Jesús, la Iglesia creció muy de prisa. Muy pronto ingresaron en ella personas de toda clase social y nacionalidad. Esto originó, además de muchas oportunidades, problemas en estas Iglesias jóvenes.
3) Defensa de la fe: El cristianismo no fue recibido en buena forma en todas partes. Desde el comienzo encontró oposición, que a veces se negaba o retorcía lo que proclamaba la fe cristiana. Hacía falta exponer con claridad la verdad de lo que realmente creían los cristianos. Algunos de los libros del Nuevo Testamento o algunas partes de ellos tienen esa finalidad apologética.
El proceso de formación del Nuevo Testamento comparte de igual modo la estructura básica de formación del Antiguo Testamento: un hecho vital fundamental: el “acontecimiento Cristo”, una fe que nace de las relaciones con Jesucristo, una Tradición que comienza a rodar y a desmembrarse en tradiciones hasta que comienzan a redactarse los primeros escritos hasta conformar ese paquete de páginas Santas que se han conservado hasta nuestros días con el nombre de Nuevo Testamento.
El Nuevo Testamento, escrito no en el griego clásico de los escritores y dramaturgos de la época, sino en el griego común o koiné que era el lenguaje del pueblo, llegó a estar confeccionado en su mayoría en el lapso de una sola generación, para la primera mitad del segundo siglo ya estaba concluida toda la obra; la diferencia es bien notoria comparándola con el Antiguo Testamento, el cual se escribió en un período de unos mil años en el espacio de muchísimas generaciones.
Nadie se puso a escribir algo que se llamaría Nuevo Testamento. Nadie dijo: tenemos un Antiguo Testamento ¿por qué no escribimos uno Nuevo? En los primeros días de Jesús y sus discípulos, lo que nosotros llamamos Antiguo Testamento se llamaba simplemente Las Escrituras (literalmente escritos).
Jesús no escribió nada. La última orden a sus apóstoles no fue que escribiesen un libro, sino que predicasen el Evangelio e hiciesen discípulos. Pero al ponerse a cumplir aquel mandato, necesitaron material escrito para la difusión práctica del Evangelio. Tres fueron las necesidades más fuertes que indujeron a escribir el Nuevo Testamento:
1) Difundir el mensaje: al principio, el anuncio del mensaje de Jesús fue sólo oral.
2) Solución de problemas: Después de la resurrección de Jesús, la Iglesia creció muy de prisa. Muy pronto ingresaron en ella personas de toda clase social y nacionalidad. Esto originó, además de muchas oportunidades, problemas en estas Iglesias jóvenes.
3) Defensa de la fe: El cristianismo no fue recibido en buena forma en todas partes. Desde el comienzo encontró oposición, que a veces se negaba o retorcía lo que proclamaba la fe cristiana. Hacía falta exponer con claridad la verdad de lo que realmente creían los cristianos. Algunos de los libros del Nuevo Testamento o algunas partes de ellos tienen esa finalidad apologética.
El proceso de formación del Nuevo Testamento comparte de igual modo la estructura básica de formación del Antiguo Testamento: un hecho vital fundamental: el “acontecimiento Cristo”, una fe que nace de las relaciones con Jesucristo, una Tradición que comienza a rodar y a desmembrarse en tradiciones hasta que comienzan a redactarse los primeros escritos hasta conformar ese paquete de páginas Santas que se han conservado hasta nuestros días con el nombre de Nuevo Testamento.
mauryhp8:
espero aberte ayudado
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