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EL DIOS DE LOS PROFETAS
Hombres de Dios y hombres de su tiempo
Los profetas tienen una doble experiencia simultánea acerca de Dios y de su tiempo. Conocen a Dios y conocen a su gente. Y justamente porque conocen a Dios y a su mundo, se sienten llamados a dar a conocer a Dios al pueblo de su tiempo; y, a la vez, en nombre de su Dios, denuncian, consuelan y animan al pueblo, según fueran sus necesidades.
No es posible ser profeta de Dios, si en verdad no se le conoce a Dios y al mundo en el que se vive. Si se conoce bien la realidad socio - económica, quizás se pueda ser un buen sociólogo o un buen político. Si alguien dice que conoce a Dios, pero no conoce bien la realidad de su mundo, puede que sea una persona muy espiritual, pero ciertamente no tendrá nada de profeta.
El profeta tiene que anunciar. Anunciar, en primer lugar, a Dios mismo, un Dios vivo, respuesta a los problemas acuciantes que se viven en ese momento. No respuesta a los problemas de otro tiempo, sino a los que aplastan a sus conciudadanos. Y este anuncio siempre está cargado de esperanza, justamente porque anuncia al Dios de la vida en medio de un mundo de muerte.
Se dice que el profeta tiene también siempre como oficio propio el denunciar. Pero ello depende de la realidad que se encuentre ante sus ojos. Si esa realidad es contraria al plan de Dios, ciertamente tiene que denunciarla. Pero a veces su misión es sólo de consolar o de animar, porque eso es lo que le pide su fe aplicada a las circunstancias.
Hasta antes del destierro en Babilonia los profetas son denunciadores de aquella sociedad corrompida. Pero justo en el tiempo del exilio su principal actividad fue la de consolar a aquel pueblo humillado y desanimado. Y después del destierro, la principal misión de los profetas de entonces fue animarles a seguir reconstruyendo su país, en medio de terribles dificultades. A través de estas tres actividades –denunciar, consolar y animar– Dios mismo se fue revelando poco a poco.
No se concibe a un profeta que no anuncie a Dios. Y para ello lo que hacen con frecuencia es justamente lo contrario: denunciar los rostros falsos de Dios. Precisamente porque conocen a Dios, saben detectar toda imagen falsa de la divinidad. El que no conoce bien a Dios confunde fácilmente su imagen verdadera con sus falsificaciones. El profeta es como un detector de mentiras, de mentiras acerca de Dios. A él le subleva terriblemente todo lo que intente ser manipulación y falseamiento de Dios