b. cando no se respeta la autoridad la convivencia se va deteriorando porque ​

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Respuesta dada por: rodriguezneidy712
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Respuesta:

Espero que esto te sirva

Explicación:

Este título parecería una obviedad a la primera impresión. Pero la verdad es que muchos han perdido de vista lo imperativo categórico para volcarse a aceptar lo relativo.

Bien, ¿por qué existen las autoridades? ¿Por qué se establece una jerarquía o hay un orden? El orden para cualquier corriente filosófica o espiritual está desde el inicio de la creación, o por lo menos desde que se comenzaron a documentar los hechos de la humanidad. Básicamente diríamos que el orden es la base para que podamos convivir como humanos. Es como tener un muro de protección donde todos nos sentimos por lo menos conocedores de lo que esperamos unos de otros dentro de un espacio determinado.

Ahora esto no nos indica aún por qué debemos respetar (en su acepción de aceptar, cumplir, obedecer) a la autoridad. La razón principal de obedecer a las autoridades (sean del tipo que fueren: un árbitro, un profesor, un gerente, un ministro, un padre o una madre de familia) es porque en ellos reside la "responsabilidad de cuidar el orden". En ellos recae pesadamente la labor de trabajar, y conseguir que el orden y la sostenibilidad de una estructura siga vigente para que avance la humanidad.

El hecho de que muchas autoridades no hayan entendido esto ha provocado infinidad de daños a la humanidad; incalculables pérdidas de vidas, de tiempo, de crecimiento en la historia de los países. Sin duda es una realidad en extremo lamentable, pero el personal fracaso de una autoridad no debe invalidar el concepto principal de que se ha instituido para permitirnos crecer y convivir como comunidad. Y está para servir de catalizador de las intenciones, sueños, vocaciones en el seno de una sociedad jurídicamente organizada.

La lógica jurídica, política y social es que las autoridades están para servirnos. Y es por esa razón –no otra– que merecen el "respeto de la investidura que representan". Me sorprende asistir hoy en día a usuales imprecaciones e insultos a cualesquiera autoridades ya sea porque no suscitan respetabilidad y menos admiración, o ya porque nuestra cultura ciudadana carece de civismo, a tal punto de no poder distinguir los niveles jerárquicos que existen en un Estado para que funcione el gobierno de la ley y no de la arbitrariedad.

La democracia no habilita para las opiniones irresponsables que faltan a la ética y a las buenas costumbres. Sí a las críticas necesarias para corregir los errores o discrecionalidades de los que asumen la responsabilidad legítima de servir al conjunto de la nación. Un Estado existe realmente para asegurar a todos el imperio de la ley, así como para garantizar sin discriminación alguna el acceso a una vida digna.

También las empresas operan con un sistema jerárquico para que su funcionamiento sea efectivamente productivo y rentable. Lo que tampoco supone la omnipotencia del capital, sino en la modernidad la jerarquía de la meritocracia según los criterios del conocimiento, la capacidad y las habilidades, al igual que los valores de la integridad moral. La diferencia entre el Estado y la empresa privada es que aquel no posee finalidades lucrativas, lo que en modo alguno quiere decir que no tenga la responsabilidad de promover el progreso y la prosperidad de la nación en su conjunto.

Precisamente por eso el respeto no es lo mismo que el servilismo. Se respeta a la autoridad porque se obedece a la ley. Y se obedece a la ley, y solamente a la ley, según Mostesquieu, siempre que sea justa, y albergue la seguridad y el bienestar de todos. El servilismo es de la época feudal donde no existía la igualdad. De ahí que aun en la empresa debe gobernar la ley, para que nadie sea vejado en su dignidad humana. Y cada marco tiene su espacio, su tiempo y su contenido, regido por la legalidad y la ética. No podemos relativizar este marco, no sin pagar duras consecuencias.

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