QUEDO EN JAQUE LA GLOBALIZACION EN PANDEMIA ?

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Una nueva pandemia en el mundo globalizado: el coronavirus CoV-2 y su expansión internacional

Por Mariella Villasante Cervello, investigadora asociada Idehpucp

Como sabemos, una nueva pandemia se está propagando rápidamente en el mundo entero desde diciembre de 2019. Se trata de un nuevo coronavirus designado bajo el apelativo de SARS [Síndrome respiratorio agudo severo] CoV-2, responsable de la enfermedad pulmonar llamada COVID-19. Entre otros universitarios, el paleoantropólogo Pascal Picq[1] ha observado que este virus ha aparecido en el centro de la civilización mundializada que desprecia la naturaleza, a pesar de los efectos dramáticos del calentamiento climático y la degradación patente de los ecosistemas. La propagación del nuevo virus que existía en ciertos mamíferos que no tenían ningún lazo con los seres humanos, ha sido catalizada por la mundialización, por la rapidez de los transportes aéreos, por el comercio transcontinental y por el turismo de masas que ha aumentado en modo exponencial en los últimos veinte años. Pick plantea que esta pandemia constituye un test para todos los sistemas de salud y los sistemas de gobierno del mundo entero. En tres décadas la población mundial estará totalmente urbanizada y otras pandemias pueden aparecer con consecuencias funestas para la humanidad si una toma de conciencia real de este riesgo no se establece desde ahora. Homo sapiens se piensa como el organizador de la evolución, pero sería tiempo de que comprenda que es el “huésped” de una naturaleza donde dominan los microrganismos, las bacterias y los virus, que son los verdaderos expertos de la evolución (Pick 2019: 44).

1: Imagen del CoV-2, Johns Hopkins University

En el mismo orden de ideas, el reportero internacional Luc de Barochez[2] (2019: 54-56) considera que la pandemia actual está actuando como un revelador de las fallas de la mundialización y de las debilidades de las sociedades. Cada una de ellas está reaccionando según su pasado político reciente, y en ciertos casos en modo caricatural. Así, por ejemplo, al inicio Donald Trump ha minimizado la importancia de la epidemia, y luego ha tomado decisiones ultranacionalistas (“America first”) y de un optimismo absurdo (“todo va a entrar en orden en la primavera” decía). En Italia, España y Francia, donde los casos y los decesos suman varios miles de personas, la orden de confinamiento ha sido acatada con bastante dificultad; la policía debe controlar las consignas de cuarentena adoptadas por los gobiernos. En Gran Bretaña y en Alemania no se ha ordenado el confinamiento, al menos hasta ahora; los británicos creen que su situación insular los protege, y los alemanes tienen confianza en su sistema de salud eficaz. Sin embargo, la mayoría de Estados no coordina acciones conjuntas; por el momento prevalece la “ley de la jungla”, con todos los riesgos que ello implica.

El historiador israelí Yuval Noah Harari, autor de Sapiens (2011), de Homo Deus (2015) y de 21 lecciones para el siglo XXI (2018), ha brindado una entrevista a El País donde plantea que la única forma de detener la pandemia es a través de la cooperación internacional y de la ciencia. En efecto, para Harari “hay muy poca cooperación mundial y no existe un liderazgo. En los últimos años políticos irresponsables han socavado deliberadamente la confianza en la ciencia y en la cooperación internacional. Ahora estamos pagando el precio. No hay ningún adulto en la habitación. Uno habría esperado ver hace semanas una reunión de emergencia de los líderes mundiales para elaborar un plan de acción común y combatir la epidemia y la crisis económica. Pero los líderes del G-7 [Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido] se las arreglaron para no organizar una videoconferencia hasta esta semana, y ni siquiera salió de ahí un plan de este tipo[3].” Ese plan debe tomar en cuenta cinco puntos: compartir la información fiable; coordinar la producción mundial y la distribución equitativa de equipo médico esencial (maquinas respiratorias y material de protección); los países menos afectados deberían enviar personal médico a los países más afectados; crear una red de seguridad económica mundial para salvar países y sectores más afectados; y formular un acuerdo mundial sobre la preselección de viajeros para que solo algunas personas esenciales puedan seguir cruzando fronteras (El País del 22 de marzo de 2020[4]).

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