Respuestas
La esperanza cristiana se define como esperanza en una plenitud de
vida. La venida de Jesús que espera el cristiano es la del autor de la vida,
del Señor de la vida que ofrece una vida eterna, es la del Resucitado en
virtud de cuya resurrección seremos resucitados a una vida plena. Ahora
bien, ¿cómo se comporta esta esperanza ante esa realidad ineludible que
llamamos muerte?
Nuestra experiencia de vivir es también una confrontación anticipada
con la muerte. Estar vivo y tener que morir son dos datos inseparables de
la experiencia de ser hombre. No se trata de un mero punto de partida
para pensar en la muerte, se trata de la situación que condiciona nuestra
reflexión hasta el final. Vida y muerte se nos presentan como antipodas,
como realidades contradictorias. En la vida nos situamos ante la muerte
como la no-vida, como el término que acecha el estar vivo. No podemos,
pues, referirnos a la muerte como un en si separado de la vida, sino como
una realidad relativa a la vida. La muerte se nos presenta como el fin del
estar vivos.
Aunque hayamos experimentado la muerte como una inminencia
inmediata, nadie puede referirse a ella como una experiencia hecha. Los
que han hecho esta experiencia ya no nos hablan. Mientras estamos vivos
sabemos de la muerte por el testimonio mudo de otros, no por nosotros
mismos. Es por ello que nuestro discurso sobre la muerte está condenado
a ser indirecto y aproximativo.