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Mucha gente piensa que la energía geotérmica significa aprovechar la potencia de manantiales de agua caliente (similares a los geiseres que se encuentran a varios kilómetros de profundidad) para encender turbinas y generar electricidad.
También se puede asociar con pequeños terremotos, como el que detuvo importantes proyectos de perforación en el norte de California y Suiza a finales de 2009.
Sin embargo, hay otra manera de utilizar este tipo de energía a una escala mucho menor.
Las bombas de calor geotérmicas aprovechan la temperatura constante de la tierra por debajo de la línea de congelación para calentar y enfriar edificios.
Esa línea varía en función de la latitud (en EEUU oscila entre 1 y 2 metros).
Por debajo de esa profundidad, la temperatura ronda los 10º C, ese es el motivo por el que una cueva subterránea es cálida en invierno y fresca en verano.
Los pozos de esta energía suelen encontrarse a varios centenares, y no miles, de metros de profundidad.
Las bombas de calor se basan en los mismos principios que una nevera doméstica. La bomba de un frigorífico transfiere calor de la comida guardada en su interior al habitáculo en el que se encuentre. Lo que notamos en la parte posterior o en la base del electrodoméstico es ese calor que se transfiere.
Estas bombas, más eficiente que los equipos con alimentación de aire, extraen calor del agua que llega del subsuelo.
Esta tecnología no es absolutamente nueva, la primera instalación satisfactoria de bombas de calor geotérmicas para el control climático se llevó a cabo en 1946 en un edificio de oficinas de Portland (Oregón).
Dicha tecnología es especialmente conocida en el medio oeste y el sur, donde, según el Departamento de Energía de EEUU, se hayan 2/3 de los equipos geotermicos de la nación.