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La degradación implica una pérdida de utilidad actual o potencial del suelo y una disminución de sus funciones potenciales. Un determinado proceso puede ser natural, mientras que si es inducido, intensificado o acelerado por acciones antrópicas puede llegar a ser un proceso de degradación. Así por ejemplo, un ecosistema salino es un medio natural, la conservación del cual puede tener interés, mientras que la salinización de un perímetro regado se ha de considerar un proceso de degradación y, por tanto como algo no deseable.
Nos referiremos a los procesos en su vertiente de degradación, ya que son los que han de llevar a prever medidas de protección de los suelos en el marco de un desarrollo que se quiera sostenible. Los efectos de la degradación de suelos deben tenerse en cuenta en las diversas actuaciones sobre el territorio.