Respuestas
Sócrates aseguraba que la muerte es sólo la liberacion del alma encerrada dentro del cuerpo.
El cuerpo moría pero el alma no, porque es inmortal.
lo siento no te pude contestar la otra
Para empezar su defensa, Sócrates, avisa al jurado de que sus acusadores van a hablar de manera exquisita, pero les advierte de que no dicen ninguna verdad, y que, sin embargo él, a pesar de hablar con palabras más descuidadas, va a decir toda la verdad. Acto seguido empieza a defenderse, pero no de la acusación de Ánito y los demás, sino que se defiende de los que han creado una mala imagen de él en la ciudad, sobre la que se apoya la acusación. Esta acusación, que legalmente no existe, se basa en que Sócrates comete delito y se mete en lo que no debe al investigar las cosas subterráneas y celestes, al hacer más fuerte el argumento más débil y al enseñar estas mismas cosas a otros. Sócrates sabe que es muy difícil que lo absuelvan, aún siendo inocente, pero piensa que hay que obedecer la ley y acatar su sentencia. Cuenta que una vez fue al oráculo de Delfos, y preguntó si había alguien más sabio que él, cosa a la que el oráculo respondió que no. Acto seguido fue preguntando por la calle a todo el que veía con aspecto de ser sabio, para comprobar si lo era o no, y se dio cuenta de que no había nadie sabio, sino gente que se creía sabia, la cual se enfadaba al oírle decir eso. Otra causa de su mala fama es que los jóvenes que lo siguen, al verle examinar a la gente, seguían su ejemplo y empezaban a preguntar, cosa por la que le acusan de corromper a los jóvenes. A la pregunta de que qué enseña, nadie sabe responder con certeza, pero dicen que las cosas del cielo y de lo subterráneo, que no cree en los dioses y que hace más fuerte el argumento más débil, es decir, lo mismo que dicen de todos los que filosofan. A consecuencia de estas acusaciones Sócrates es acusado por Ánito en defensa de los políticos, Meleto de los poetas y Licón de los oradores, ya que todos estos grupos habían sido deshonrados por Sócrates cuando los analizaba y descubría que no había ninguno sabio.
En Aristóteles hallamos una justificación de ambas. Y, sin embargo, parece que a Aristóteles se le puede criticar con más razón por justificar la segunda que por justificar la primera. El motivo de esto es que, en la época en la que Aristóteles vivió, la esclavitud era algo aceptado como normal y correcto por la práctica unanimidad de los habitantes los pueblos de los que Aristóteles llegó a tener noticia, empezando por la suya propia. En cambio, la democracia, el gobierno de los pobres libres, no era una idea extraña para la época de Aristóteles, y por tanto su oposición a ella nos puede parecer, con razón, como moralmente miserable (aunque, dicho sea de paso, las críticas de Aristóteles a la democracia son de las más inteligentes que se han escrito nunca).
Así pues, al juzgar moralmente a un personaje histórico parece que lo único que podemos hacer es tomar el horizonte moral de su época y establecer si contribuyó a hacerlo avanzar, si lo mantuvo intocable o si incluso lo hizo retroceder. Todo esto, claro está, visto desde nuestras propias concepciones morales. Por ejemplo, un servidor es un ferviente detractor de la pena de muerte. Y, por ello precisamente, el juicio que este servidor puede hacer de Maximilien de Robespierre no puede ser sino positivo.