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esta sabia expresión, no es más que una sencilla, pero contundente invitación a que los ciudadanos seamos personas dignas a la hora de ejercer el derecho democrático al sufragio.
Cuando se acercan los comicios, en los cuales elegiremos a la sexta generación de alcaldes, la cuarta de gobernadores y la enésima de diputados y concejales, la concepción del maestro Martínez cobra inusitada vigencia.
Al respaldar los candidatos a los diferentes cargos públicos, especialmente a los ejecutivos de municipios y departamentos, debemos hacer el mejor uso de nuestro inmenso poder político, porque al fin y al cabo lo que estamos decidiendo es nuestro propio futuro y el de la sociedad a la cual pertenecemos.
Una vez hayamos depositado el voto, no podemos retroceder. Mucho de los que se haga o deje de hacer en los siguientes tres, cuatro o más años en la respectiva entidad territorial, está determinado por el grado de conciencia electoral depositado en las urnas, en ese momento sublime de encuentro con nosotros mismos, es decir, con los principios y valores éticos y morales, cualidades físicas y espirituales que nos hacen únicos en el universo.
Como no podemos inculpar a los demás de nuestros propios actos, lo mejor es que cuando vayamos a votar tengamos presente, en primer lugar las calidades, capacidades y experiencias demostradas por el candidato a elegir.
Como es evidente, no se puede seguir llevando a las primeras magistraturas, a gobernadores y alcaldes que sean iguales o inferiores a la clase política y colaboradores inmediatos, con lo cual se convierten en marionetas de sus propias limitaciones.
En segunda instancia, que observemos con lupa las posibilidades de realización de su programa de gobierno, de acuerdo con las políticas, planes, programas, proyectos, estrategias, acciones, metas, actividades, indicadores y resultados, entre o (como se dice ahora), planteados y, sobre todo, al presupuesto de ingresos y gastos del municipio o departamento.
Ya es hora de que los ciudadanos evitemos los espejismos de los compadrazgos, partidismos, amiguismos y politiquería que tanto le han hecho daño al sistema político colombiano y nos han llevado a estados de postración, ostracismo y subdesarrollo o a lo largo y ancho del país.
Explicación paso a paso: