• Asignatura: Religión
  • Autor: solainy330
  • hace 3 años

elabora un paralelo entre las diferentes concepciones de los filósofos sobre el bien y el mal​

Respuestas

Respuesta dada por: ceciliaalmiron86
1

Respuesta:

“Debemos buscar para nuestros males otra causa que no sea Dios”

Platón (427-347 a.C.)

El mal supone, desde todo punto de vista y desde sus mismísimos inicios, que se pierden en la

noche de los tiempos, una insidiosa amenaza, un profundo enigma y un indudable desafío

intelectual y volitivo para la vida humana. Mente y voluntad se ven impelidas directamente, ante la

palmaria evidencia de su impacto continuo en el transcurrir del mundo y la vida de individuos y

comunidades de toda clase y condición a lo largo de la historia conocida, a tratar de buscar una

respuesta legítima tanto al origen como a la solución o posible insolubilidad del mal, ya sea en el

plano natural, moral o metafísico de las cosas.

El pensamiento del ethos, por otra parte, se basa en la existencia de la organización política y

de sus reglas inmanentes. El ethos griego tiene en común con la expresión trágica el hecho de

suponer la existencia de los dioses y de un lazo invisible que liga a los mortales con aquéllos; si bien,

también supone que el hombre, a través de un libre trabajo ejercido sobre sí mismo, puede alcanzar

la belleza, a semejanza de los mismos dioses. La bella construcción de sí mismo está ejemplificada

en Sócrates, hombre justo y verdadero, quien subordina la ética —entendida como el ethos griego

de la pólis que prevalecía en aquel momento— al reino del conocimiento. Según Sócrates, la

persona que conoce el bien debe practicarlo.

Epicuro (341-270 a.C.), por su parte, luchó toda la vida contra tener que admitir en la auténtica

noción del placer estos rasgos que lo vuelven inservible como candidato a la identificación con el

Bien perfecto. En todo caso, entendía Epicuro que otra forma de enfrentar el mal es a través de la

‘resignación’ y el cultivo de la filosofía, actitud propia de la escuela estoica. Todo pasa al olvido, al

polvo, a la insignificancia en el abismo insondable del tiempo; luego el bien y el mal también

pasarán, ya que se entiende que todo es transitorio.

Aristóteles (384-322 a.C.), por su parte, entendería el mal como carencia, por lo que el mal en

sí no tenía causa ni formal, ni eficiente, ni final, sólo causa material. Rechazará Aristóteles,

finalmente, el intelectualismo moral de Sócrates y de Platón: no toda maldad es ignorancia, no toda

la actividad psíquica se agota en el conocimiento. Además del error cognoscitivo o dianoético —la

verdad y la falsedad— existe el ‘error’ volitivo o ético. Sólo eso, argumenta una y otra vez

Aristóteles, explica el hecho de que imputemos a otros y a nosotros mismos el haber actuado mal.

Incluso la ignorancia es digna de castigo para el estagirita, si se es responsable de ella.

Sócrates de Atenas (470-399 a.C.) confiaba plenamente en la fuerza del diálogo para la

investigación de la verdad —para la comprobación precisa, ‘científica’, de la ignorancia—. Sócrates

se atenía, pues, a la inscripción del templo de Apolo en Delfos que rezaba: «Conócete a ti mismo».

La posición socrática —intelectualismo moral— se basa en que un hombre actúa en conformidad

con lo que piensa, de modo que, en principio, si llega a comprender plenamente que esto que piensa

es falso, modificará su praxis. Nadie hace el mal a sabiendas, porque la verdad más clara acerca del

mal es que perjudica a quien lo realiza aún en mayor medida que a quien lo sufre. La otra tesis

esencial de Sócrates es la siguiente: la conjetura que nunca se ha podido refutar, y que en cambio

ha servido para refutar las demás, es que jamás, suceda lo que suceda, hay que hacer el mal. Lo que

importa no es parecer que uno no hace el mal, sino ser bueno; por tanto, no hacerlo, parezca lo que

parezca.


solainy330: gracias
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