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Las condiciones sociales, económicas, hospitalarias actuales sí son distintas y mejores, por supuesto, no obstante, persisten otras equivalencias. Aquel año, la mayoría de muertes se contaban entre las clases populares; también ahora la clase baja ha sufrido en mayor grado las consecuencias. En aquella circunstancia, mucha gente se quedó sin trabajo, había hambre, y el Ayuntamiento repartía comida, ahora son centenares las personas que han debido recurrir a ONG para comer.
Contra la fiebre amarilla no existían medicamentos, los únicos recursos eran la reclusión de los enfermos y el bloqueo de las comunicaciones, y la peste desapareció por los mismos procesos naturales que durante siglos han actuado en el cúmulo de plagas que han azotado a los seres humanos. En el siglo XXI no pensábamos que podíamos ser susceptibles al ataque de una pandemia, pero lo estamos siendo. Con más hospitales, médicos, fármacos, laboratorios, científicos, y no obstante, cuán iguales han sido las medidas gubernamentales de hoy a las de ayer. Ojalá fuera esta la última pandemia, pero nadie, incluidos los hombres y mujeres más expertos, es capaz de garantizarlo.