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si quieres lo puedes resumir :)
D urante los últimos meses hemos vivido con pasmo un
cambio profundo en la manera en que nos relacionamos,
subsistimos, y habitamos y recorremos distintos espacios. La
velocidad con que se extendió el contagio del nuevo virus a lo largo
del mundo nos tomó por sorpresa a una inmensa mayoría, que hasta
los primeros meses del año apenas si comprendíamos el fenómeno y
las dimensiones que podría tomar.
Casi con la misma velocidad con que se extendió la presencia del
virus aparecieron seminarios virtuales, blogs, debates disciplinares
en distintos formatos e incluso libros de reputados académicos del
ámbito internacional. Era clara la necesidad, y el sentido de urgencia,
de comprender lo que ocurría, de evidenciar los dilemas que nos
presentaba, de analizar sus posibles efectos sobre las sociedades
contemporáneas y los caminos más razonables a tomar. Y, así también,
de aprovechar el momento para construir nuevas narrativas radicales
de transformación política y cultural.
Hoy, mientras algunos sectores de nuestra población ponen
en duda la existencia del virus o desestiman su letalidad, la
incertidumbre sobre el devenir de esta pandemia sigue presente
entre muchos de nosotros. Aquellos pensadores que pregonaron
el inicio de un nuevo mundo, desde ensayos y libros publicados
con una velocidad inusitada, fueron bastante castigados tras
Ensayos sobre la pandemia
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impulsar las discusiones de las primeras semanas, por lo que
fue entendido desde algunas mayorías como un irresponsable
impulso mediático o una falta de prudencia intelectual. A la par,
pareciera ser evidente cómo las opiniones sobre la transformación
de nuestras ciudadanías hacia un tipo de vida más solidaria,
generosa y colaborativa han ido menguando. Y cómo, con relativa
frecuencia, se reafirman opiniones pesimistas, tanto por los
presagios sobre las condiciones materiales de vida de las gentes
(que para muchísimos indudablemente empeorarán), como por la
prevalencia de ciudadanías acríticas e indolentes