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La Toma de la Bastilla, inspiración para muchos artistas
En 1793 Charles Thévenin plasmó de esta manera la Toma de la Bastilla. Muchos otros pintores, escritores, escultores, etcétera tomaron esta revolución popular como inspiración para crear sus obras.
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La visión de Perrault sobre la Toma de la Bastilla
Ese día una muchedumbre asaltó una fortaleza real en las afueras de París. Así lo plasmó en el cuadro sobre la Toma de la Bastilla, Henri Paul Perrault en 1928.
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La Bastilla en blanco y negro
Dibujo de la Bastilla tomado de la publicación "Geschichtsbilder" del año 1896. Dos días antes de la toma de la Bastilla, unas 3.000 personas se concentraron en los jardines del Palais Royal, y desfilaron en una manifestación que recorrió la ciudad al modo de una procesión fúnebre.
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Una acuarela muy reciente
Pasadas las 5 de la tarde, el gobernador Launay mandó abrir las puertas y la guarnición se rindió. Esta acuarela sobre la Toma de la Bastilla de París, pintada por Jean-Pierre Houël en el año 1789, muestra la jornada cuando ni siquiera había pasado un año de la misma.
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el 14 de julio de 1789, una muchedumbre se lanzó al asalto de una fortaleza real en las afueras de París. Cuando la noticia llegó a Versalles, el rey preguntó: «¿Es una revuelta?». Un ministro le contestó: «No, Sire, es una revolución».
La destitución por parte de Luis XVI de su ministro de finanzas, Jacques Necker, desencadenó una revolución. La noticia de la crisis provocó en París una verdadera conmoción. El 12 de julio, tres mil personas se concentraron en los jardines del Palais Royal, y desfilaron en una manifestación multitudinaria que recorrió la ciudad al modo de una procesión fúnebre, con banderas negras, abrigos y sombreros también negros y el busto de Necker cubierto con un velo; todos lloraban la caída del ministro en el que habían depositado sus esperanzas. En boca de todos estaban palabras nuevas como libertad, nación, tercer estado, constitución, ciudadano... Por ello, los parisinos comprendieron enseguida que la destitución de Necker era la señal de que el rey quería acabar con la transformación constitucional iniciada dos meses antes; era un «golpe de Estado», un acto «despótico» contra el que había que reaccionar.
En la ciudad reinaba por entonces un clima de miedo y hasta de paranoia, consecuencia de las malas cosechas, que provocaron graves problemas de subsistencia y que aumentaron la presencia de pobres y mendigos. Por otro lado, el rey estaba preparando una brutal represión, al movilizar las tropas en torno a la capital, con orden de ocuparla o incluso, según algunos, de arrasarla. La jornada del martes 14 de julio puso en marcha la Revolución. Al despuntar el día se difundió el rumor de que en el Hotel de los Inválidos, un hospital militar al oeste de la ciudad, se habían depositado 30.000 fusiles. El edificio cayó en manos de la muchedumbre, que requisó esa misma cantidad de fusiles y 12 cañones.
Según muchos historiadores, este fue el momento decisivo de la jornada, el instante en el que Luis XVI perdió la batalla por París y por su poder absoluto. A continuación, miles de hombres se dirigieron a la Bastilla, en el otro extremo de la ciudad, para aprovisionarse de pólvora. Finalmente, pasadas las 5 de la tarde, el gobernador Launay mandó abrir las puertas y la guarnición se rindió. La rendición fue saludada como una gran victoria, y de inmediato el episodio cristalizó en la mente popular como una gran gesta, adornada con actos heroicos, hasta convertirse en el símbolo del triunfo de la Revolución y del inicio de una nueva era de libertad.
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