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Explicación:as elecciones fueron y siguen siendo espacios de negociación, de articulación de fuerzas políticas y, por supuesto, origen de legitimidad. Pero en los dos siglos de vida independiente de México, los procesos electorales han cambiado enormemente y su interpretación es distinta, aseguran las historiadoras Fausta Gantús, Alicia Salmerón y Matilde Souto, del Instituto José María Luis Mora, quienes presentaron la colección Cinco libros de Historia electoral.
La colección surge de un proyecto de investigación denominado Hacia una historia de las prácticas electorales en el México del siglo XIX, financiado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología y otras instituciones; se buscaba realizar una nueva lectura del pasado y se consiguió, ya que en este caso se estudian los comicios a partir de las fuentes primarias (expedientes electorales principalmente) que no se habían investigado con anterioridad.
Busca superar la historiografía tradicional que ve a las elecciones como imposiciones autoritarias plagadas de fraude y simulación democrática. Las autoras aseguran que, más allá de eso, había algo que motivaba su realización regular, para que además fueran aceptadas y defendidas como auténticas formas de hacer política en la época. Con estos textos, se permite entender cómo se hacían, quiénes participaban, qué importancia e intereses tenían detrás, para ello, “era necesario volver a hacer historia electoral”, aseguran.
Las elecciones en el siglo XIX mexicano, sin ser democráticas, tuvieron un lugar y una función política fundamental que iba mucho más allá de un simple ritual legitimador. Tuvieron gran centralidad en la construcción de los poderes públicos, así como en los procesos de articulación de la sociedad política en sus diferentes niveles y momentos.
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“Si ya sabían que iba a ganar Porfirio Díaz, ¿por qué se convocaba a elecciones? Había entonces muchas negociaciones en materia de caminos, de lugares por donde pasaba el tren, entre otras mejoras de carácter social y también de posiciones políticas”, explica .
Este trabajo de recopilación además investiga la relación entre elecciones y violencia en el siglo XIX mexicano, reconstruye los procesos de decisión ciudadana e incluso analiza las semejanzas y contrastes que existieron en diversos países de Latinoamérica.
“Tratar de entender la democracia en el XIX o a principios del XX como la entendemos hoy es un error porque el momento era otro; sin embargo, había otros aportes importantes en los procesos, como las negociaciones y acuerdos”, agrega Gantús.
Así, a partir de casos particulares de los procesos electorales en el país de ese siglo, se pudo dar otro contexto, que incluso culminó en la realización de un libro sobre la metodología de su propia investigación.
hoy en día somos muchos más quienes tenemos derecho a votar y podemos hacerlo de manera directa; existen instituciones autónomas del gobierno que organizan los comicios y partidos que orientan el voto; hay mecanismos de representación proporcional que garantizan un lugar a las minorías en las cámaras, y se destinan importantes recursos económicos para sufragar los gastos de las campañas políticas y de las jornadas electorales, pero ¿siempre fue así?
Estos textos sin duda son un aporte para entender en la actualidad cómo es que a través de todos los procesos se cuenta con un órgano electoral especializado, así como una concepción democrática diferente.
A través de seis años de investigación, con la participación de 50 historiadores, de los cuales 12 se mantuvieron de manera permanente y 25 contribuyeron con artículos en la colección de textos, se lograron los títulos que conforman esta colección: Cuando las armas hablan, los impresos luchan, la exclusión agrede... Violencia electoral en México, 1812-1912; Contribución a un diálogo abierto. Cinco ensayos de historia electoral latinoamericana; Elecciones en el México del siglo XIX. Las fuentes; Prensa y elecciones. Formas de hacer política en el México del siglo XIX, y Elecciones en México en el siglo XIX. Las prácticas. Todos disponibles en el Instituto Mora.
Respuesta:espero que te ayude porfa demen 5 estrellitasss
Explicación:hsLas elecciones en Colombia: Siglo XIX
Retrato
Autor: Bushnell, David, 1923-2010
Colombia ha sido desde su nacimiento un país electorero por excelencia. Ha dejado de hacer elecciones sólo por breves intervalos, de los cuales fue el último y más largo el receso impuesto por el general Gustavo Rojas Pinilla en los años 50. El significado de los constantes certámenes electorales, claro está, ha sido y es un tema controvertido. ¿Han sido las elecciones una prueba más de la vocación nacional por la democracia o simplemente una farsa oligárquica? ¿Han sido limpias y libres o más bien manipuladas? ¿Limpias o no, las elecciones han dado al país mejores o peores gobernantes que los que habrían surgido de otro proceso de selección (por ejemplo, golpes militares)? Estos no son interrogantes que puedan recibir una respuesta definitiva en un breve artículo; pero sí se han planteado desde los comienzos mismos de la vida nacional, ya en tiempos de la Gran Colombia.
En la historia del país se han sucedido varios modelos básicos de conducta electoral. El primero de ellos, que adoptó el Congreso de Cúcuta para la Gran Colombia y siguió vigente hasta la Constitución de 1853, fue el sistema de elecciones indirectas por sufragio limitado. Gozaban del derecho de votar sólo los hombres que poseyeran una cantidad mínima de renta o propiedad, o que en su defecto ejercieran algún oficio por su propia cuenta; además se estipulaba el requisito de alfabetismo, pero de modo teórico, ya que se aplazaba su implementación práctica. Por añadidura, el sufragante habilitado no votaba por su candidato predilecto sino por unos «electores» que se reunirían en asamblea para hacer la selección definitiva (voto indirecto).
Lamentablemente, sólo existen datos aislados sobre el número de votantes primarios, pues sólo se registraba sistemáticamente la votación de «electores». Sin embargo, la cantidad de varones adultos con derecho al sufragio puede estimarse (de manera muy burda) alrededor del 10%. No se trataba así, ni de lejos, de un sufragio democrático; pero resultaba bastante más democrático que el existente por los mismos años en Inglaterra o Francia. Además, el mecanismo de elecciones indirectas estaba muy difundido: a fin de cuentas, todavía se emplea para elegir presidente de los Estados Unidos.
Una primera apertura democrática, al menos para los varones, se dio por mandato de la Constitución de 1853, que habilitó a todo hombre adulto para elegir y multiplicó los cargos oficiales que se llenaban por elección popular (incluso las magistraturas de la Alta Corte y la Procuraduría General) y estipuló que todas las elecciones se harían de manera directa, sin la intermediación de asambleas electorales. Más notable todavía fue lo sucedido en la provincia de Vélez, cuya Constitución provincial hasta otorgó en 1855 el voto a las mujeres, antes que ello sucediera en cualquier otra parte del mundo. Desgraciadamente, al parecer las mujeres no llegaron a ejercer el derecho, porque casi en seguida la disposición fue anulada por la Corte Suprema en Bogotá, como reñida con la Constitución Nacional.
El sufragio universal de varones se conservó bajo la subsiguiente Constitución de 1858, de corte cuasifederal, pero en la época del federalismo pleno (1863-85) hubo una descentralización total del sistema electoral, que permitió a los Estados soberanos organizar las elecciones de la manera que más les gustara; y mientras algunos reafirmaron el sufragio democrático, por lo menos en lo que al hombre se refería, otros volvieron a restringirlo. Por la Constitución de 1886, tal como la diseñaron en un principio Núñez y Caro, se restableció a nivel nacional un sufragio indirecto y con requisitos económicos o de alfabetismo, como en los primeros tiempos, aunque sólo para las elecciones de presidente y congresistas. Así continuaron las cosas hasta ya entrado el siglo veinte, cuando se acogió nuevamente desde 1910 el voto directo, y cuando el sufragio se universalizó definitivamente en 1936 para los hombres, y en 1954 para las mujeres.