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Por entonces se pensaba que la peste se propagaba en el aire contaminado, debido al fuerte olor a pestilencia que dejaban los muertos y sus heridas provocadas por la ruptura de los bubones que aparecían en el cuerpo.
Entonces trataron de hacer un traje para tratar a los pacientes y evitar ser contagiados. El cual consistía en un largo abrigo de cuero, cubierto de cera perfumada, el que llegaba casi hasta los pies. Las extremidades se cubrían con botas, guantes y sombrero de cuero de cabra que permitían identificar a la persona como médico. Pero el accesorio más llamativo estaba en la cabeza. Consistía en una enorme máscara con anteojos de la que sobresalía una nariz con forma de pico de ave. Esta tenía una función crucial: se llenaba con theriac, un compuesto originado en la antigüedad elaborado con más de 50 hierbas que, se creía, ayudaba a purificar el aire en el interior.