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Tras la disolución de la República de Colombia en 1830, los legisladores reunidos en el Congreso Constituyente de Valencia debieron afrontar el desafío de construir la República de Venezuela, prácticamente desde sus cimientos, e intentar la búsqueda del equilibrio entre los intereses de las distintas regiones que pugnaban por preservar su autonomía. A pesar de que habían transcurrido varios años desde la conclusión de las guerras, subsistían todavía muchas de las secuelas de aquella contienda. La población había quedado diezmada y la agricultura no se había recuperado aún de los daños sufridos. Muchas haciendas se encontraban abandonadas y, después de la emigración de los comerciantes monopolistas del antiguo régimen, era menester estimular la recuperación del tráfico ultramarino.
A partir de 1830, uno de los asuntos controversiales consistía en definir la orientación de las estrategias económicas que habrían de apuntalar la naciente República. Bajo la influencia del ideario liberal en el escenario político, algunos sectores creían firmemente que la economía debía evolucionar en esa misma dirección, propósito que en breve tiempo será motivo de hondas disensiones. Nuevas e inquietantes preguntas se abrían frente a un horizonte incierto: ¿Cómo promover la agricultura, fuente de la riqueza nacional, y diversificar la producción? ¿Cuál debía ser el papel del Estado en una economía agroexportadora? Las respuestas reflejaron posiciones divergentes y dieron lugar a innumerables debates en relación con los límites y alcances de la acción económica del Estado, tema que con matices diversos continúa siendo objeto de polémicas en el presente.
El futuro inmediato de la economía auguraba multitud de obstáculos, siendo uno de los más resaltantes la insuficiencia de recursos monetarios. El endémico mal del déficit fiscal en la Venezuela decimonónica amenazaba con convertirse en un insalvable escollo para el progreso de una sociedad que requería de inversiones e impulsos renovadores, del fomento de obras públicas y de la afluencia de laboriosos inmigrantes. A mediados del siglo XIX persistían todavía la falta de articulación entre las regiones y la segmentación de los mercados, al tiempo que la escasez de medios para el financiamiento de la agricultura y la supervivencia de métodos tradicionales de producción dificultaban la expansión de las exportaciones.
Cambios significativos se operaron a partir de los años setenta en el marco de un proyecto de modernización económica, aun cuando durante varias décadas habrán de perdurar muchas de las rémoras que frenaban las posibilidades de desarrollo de las actividades productivas. El análisis de esa compleja problemática constituye el objetivo central de este artículo1, en el cual se examinará el proceso económico que se abre en 1830, con el nacimiento de la República de Venezuela, y se extiende hasta 1870, año en que Antonio Guzmán Blanco asume la presidencia de la nación e impone su proyecto de centralización política y fomento del progreso económico.