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Había una vez una niña llamada Zahara, ella era una niña muy feliz y le encantaba su nombre, por eso lo escribía en todos los lugares que podía y en los cuales sabía que nunca se iba a borrar fácilmente, tenía una adición con hacerlo, por eso ella siempre tenía un marcador en el bolsillo de su vestido.
Un día ella y su familia se fueron de picnic, estaban en una mesa ubicada bajo un árbol, la mesa era enorme y además de ser enorme era blanca, al parecer era de mármol y a Zahara le pareció una magnífica idea escribir su nombre en todo el centro, ella empezó a escribirlo cuando toda su familia no la veía y no contenta con rayar la blanca mesa decidió hacerlo enormemente, esto fue un garrafal error, ya que ella no noto que el cuidador del lugar la estaba viendo, él la dejó concluirlo y no le dijo a sus padres hasta que estuvieron a punto de irse. Cuando estaban por partir el hombre muy amablemente se acercó a los padres de Zahara y les comento del error de la niña, la madre furiosa decidió que era un problema que había causado la ella y por ser así debía solucionarlo sola, claro, no la iban a abandonar, Zahara solo debía limpiar, lo cual tardó demasiado por qué era una tinta muy fuerte. Al final Zahara aprendió qué hay un lugar para hacer cada cosa, y que no era correcto escribir su nombre o rayar todo lo que viera