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Respuesta:
ya
Explicación:
Verónica, una de las mujeres que sigue a Jesús, que ha intuido quién es él, que lo ama, y por eso sufre al verlo sufrir. Ahora ve su rostro de cerca, ese rostro que tantas veces había hablado a su alma. Lo ve demudado, sangriento y desfigurado, aunque en todo momento manso y humilde.
No resiste. Quiere aliviar sus sufrimientos. Toma un paño e intenta limpiar la sangre y el sudor de aquel rostro.
En nuestra vida, a veces hemos tenido ocasión de enjugar lágrimas y sudor de personas que sufren. Tal vez hemos atendido a un enfermo terminal en un pasillo de hospital, hemos ayudado a un inmigrante o a un desocupado, hemos escuchado a un recluso. E, intentando aliviarlo, quizás hemos limpiado su rostro mirándolo con compasión.
Y, sin embargo, pocas veces nos acordamos
de que en cada uno de nuestros hermanos necesitados
te escondes tú, Hijo de Dios.
¡Qué distinta sería nuestra vida
si lo recordáramos!
Poco a poco tomaríamos conciencia de la dignidad
de cada hombre que vive en la Tierra.
Toda persona, bonita o fea, capaz o no,
desde el primer instante en el vientre de la madre
o tal vez ya anciana, te representa, Jesús.
No sólo. Cada hermano eres tú.
Mirándote, reducido a bien poca cosa allí en el Calvario,
entenderemos con la Verónica
que en toda criatura humana podemos reconocerte.