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Tradicionalmente se solía pensar que todo lo que hay tiene una esencia. En términos aristotélicos, podemos decir que todo tiene una potencia que puede hacerse acto: la semilla es en potencia árbol, el niño es en potencia hombre.
En el caso del hombre, la humanidad, siempre se pensó que poseíamos una esencia que nos determinaba, una posibilidad de llegar a ser algo que nos determina.
Pero en la época contemporánea, cuando la cosmovisión científica comenzó a explicar el mundo, esas determinaciones que generalmente sustentaba alguna religión, dejaron de servir.
Por tal motivo, Sartre postulo: la existencia precede a la esencia. Eso quiere decir que la humanidad no está determinada por una esencia que debe hacer llegar a un acto. Un toro nace toro y es lo que debe ser desde el principio. En cambio nosotros nacemos y estamos por ser muchas cosas, un héroe o un cobarde, por ejemplo.
Y en eso estriba la diferencia entre nacer héroe o hacerse héroe: nadie nace héroe, como solía pasar en la épica griega, sino que tiene la libertad de ser héroe y por tal motivo debe elegir como serlo cada vez que lo va a ser.