UN RESUMEN XFA:Rosa Tarlovsky de Roisinblit, vicepresidenta de Abuelas de Plaza de Mayo cuenta su propio caso:
A los diez días del secuestro de mi hija me llama ella y me dice que la trataban muy bien y que se
había dado cuenta de que estaba equivocada. Pasado el tiempo entendí que a lo mejor la estaban
apuntando con un revólver en la nuca. Yo pienso que todavía estaba en alguna comisaría, porque
tomó el teléfono una voz masculina que me dijo que los cargos contra ella no eran muy graves,
que iba a salir pronto, que preparara la ropita del bebé porque cuando naciera me lo iban a
entregar. ¿Y cuánto es pronto?, le pregunté... Seis meses, un año, dijo, pero prepare la ropita del
bebé. La tortura psicológica que fue para mí, estar día y noche al lado del teléfono, alerta a que
me dejaran el bebe en la puerta... Pasó la fecha de parto y no trajeron al bebé, pasaron seis meses
y perdí las esperanzas. Pero seguí luchando y volví a ir a cuanto lugar me dijeron que podía ser. Vi
a un grupo de rabinos - porque yo soy judía- que visitaban cárceles. Vi a Marshall Meyer, otro
rabino, muy bueno, que no te voy a decir que salió corriendo a buscar a mi hija, pero me dio
recomendaciones. Y bueno, fui a la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos. ¡Había
tanta gente! Ahí me dijeron que había un grupo de abuelas, cuatro o cinco, que estaban
preparando una presentación en la OEA. ¿Qué era eso? Yo ni sabía de los organismos
internacionales pero ya me quedé con las otras abuelas, fui aprendiendo, en el camino, ahora creo
que no queda país de América o de Europa que no conozca, al que no haya ido para presentar el
caso de los nietos, los desaparecidos vivos. Porque son desaparecidos vivos. Aunque eso también
lo fuimos aprendiendo. En el 81, dos abuelas que llegaron de Ginebra - de presentar nuestro caso
en la ONU— me trajeron la noticia: había personas liberadas de la ESMA que tenían algo para
decirme de mi hija. Viajé de inmediato, me dijeron que mi hija había sido llevada a la ESMA desde
otro campo para que tuviera a su bebé. No sabía de donde venía, siempre tuvo los ojos vendados y
no escuchaba nada. Y que el día 15 de noviembre de 1978 tuvo su parto con un médico de apellido
Magnacco -con el que después me he careado más de una vez- en una salita de la ESMA que
llamaban "la pequeña Sardá". Tuvo un varón y lo llamó Rodolfo. Seis días después, la vieron salir
con su hijo en brazos. Y otra vez se cortaba la pista. Ahora sabía que mi nieto estaba vivo. ¿Y?
¿Qué hacía con eso si no tenía nada más? Seguir trabajando. Paciencia tenemos todas las Abuelas
y algunas no tienen nada, ni el sexo, ni la fecha, nada, nada y sin embargo están trabajando con la
misma ilusión de encontrar, no ya a los hijos, pero sí a todos los nietos. Y bueno, dentro de la
institución me reconocieron ciertas cualidades y empecé a viajar mucho por el exterior para
presentar nuestro caso al mundo, para reclamar por los 30 mil y específicamente por nuestros
nietos; ya hay 72 nietos localizados, porque ya no podemos hablar de niños. Encontramos chicos
de 8 años, de 9, adolescentes y ahora hombres y mujeres de más de 22 que ya eligen su camino. Y
entre todos ellos, encontramos al mío.
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