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El imperialismo del fines del siglo XIX y comienzos del XX fue un proceso motivado por diferentes razones, principalmente económicas y estratégicas, que arrojó como consecuencia directa la explotación de millones de habitantes del tercer mundo, y posteriormente, derivó en un conflicto bélico (resultado directo del imperialismo y de la carrera armamentista europea de la época) de grandes proporciones entre las potencias imperialistas de turno. El propósito de este análisis es mencionar y reflexionar en base al camino que tomó este afán imperialista del siglo XIX y a los resultados que arrojó para el curso de la historia del siglo XX.
Un mundo en el que el ritmo de la economía estaba determinado por los países capitalistas desarrollados o en proceso de desarrollo existentes en su seno tenía grandes probabilidades de convertirse en un mundo en el que los países “avanzados” dominaran a los “atrasados”: en definitiva, convertirse en un mundo imperialista. Pero, paradójicamente, el periodo transcurrido entre 1875 y 1914 se le puede calificar como era del imperio no solo porque en el se desarrolló un nuevo tipo de imperialismo, sino también por otro motivo ciertamente anacrónico. Probablemente fue el periodo de la historia moderna en que hubo mayor número de gobernantes que se autotitulaban “emperadores” o que eran considerados por los diplomáticos occidentales como merecedores de ese titulo.
En Europa se reclamaban este titulo los gobernantes de Alemania, Austria, Rusia y Turquía y (en su calidad de señores de la India) el Reino Unido. Dos de ellos (Alemania y el Reino Unido/India) eran innovaciones del decenio de 1870. Compensaban con creces la desaparición del segundo imperio en Francia de Napoleón III. Fuera de Europa, se adjudicaba normalmente ese titulo a los gobernantes de China, Japón, Persia Etiopía y Marruecos. En 1918 habían desaparecido cinco de ellos.
El periodo que estudiamos es una era en que aparece un nuevo tipo de imperio, el imperio colonial. Hasta finales de la década de 1860, la palabra “imperialismo” se había aplicado sobre todo a la Francia de Napoleón III. No fue hasta 1869 cuando se comenzó a hablar de “el imperialismo en el buen sentido”, por lo que se entendía “la conciencia de que a veces tenemos (las potencias europeas) el deber ineludible de realizar tareas pesadas u ofensivas como defender el Canadá o gobernar Irlanda”, frases como esta eran cotidianas en los respectivos gobiernos de turno europeos. Sea como sea, este periodo se caracterizó por un afán de conquista de nuevos territorios por parte de las principales potencias europeas, lo que traería fatales consecuencias para millones de habitantes africanos y asiáticos, lo cuales serían explotados de forma indiscriminada para satisfacer las ansias de poder y riquezas de los diferentes gobiernos europeos.
Este artículo está basado en el método hermenéutico- interpretativo, el cual, a través de un estudio bibliográfico, pretende entregar una visión integral del proceso imperialista llevado a cabo por las potencias europeas de la segunda mitad del siglo XIX. Entre los autores más destacados, a nuestro parecer, es Eric Hobsbawm, historiador británico de prestigio a nivel mundial, de corte marxista, influenciado a su vez por la Escuela de los Annales, miembro insigne de la Historia Social Británica de la segunda mitad del siglo XX. Acostumbra utilizar fuentes primarias y efectuar una vasta revisión bibliográfica con respecto al tema de estudio, además aporta con una visión crítica al momento de interpretar el proceso imperialista mencionado. Otro historiador visitado fue Asa Briggs, quien, junto a Patricia Clavin, efectuaron un trabajo concienzudo, también basado en fuentes primarias, junto con un análisis en base a bibliografía, de corte interpretativo aunque desde un punto de vista más conservador que Hobsbawm.
Un mundo en el que el ritmo de la economía estaba determinado por los países capitalistas desarrollados o en proceso de desarrollo existentes en su seno tenía grandes probabilidades de convertirse en un mundo en el que los países “avanzados” dominaran a los “atrasados”: en definitiva, convertirse en un mundo imperialista. Pero, paradójicamente, el periodo transcurrido entre 1875 y 1914 se le puede calificar como era del imperio no solo porque en el se desarrolló un nuevo tipo de imperialismo, sino también por otro motivo ciertamente anacrónico. Probablemente fue el periodo de la historia moderna en que hubo mayor número de gobernantes que se autotitulaban “emperadores” o que eran considerados por los diplomáticos occidentales como merecedores de ese titulo.
En Europa se reclamaban este titulo los gobernantes de Alemania, Austria, Rusia y Turquía y (en su calidad de señores de la India) el Reino Unido. Dos de ellos (Alemania y el Reino Unido/India) eran innovaciones del decenio de 1870. Compensaban con creces la desaparición del segundo imperio en Francia de Napoleón III. Fuera de Europa, se adjudicaba normalmente ese titulo a los gobernantes de China, Japón, Persia Etiopía y Marruecos. En 1918 habían desaparecido cinco de ellos.
El periodo que estudiamos es una era en que aparece un nuevo tipo de imperio, el imperio colonial. Hasta finales de la década de 1860, la palabra “imperialismo” se había aplicado sobre todo a la Francia de Napoleón III. No fue hasta 1869 cuando se comenzó a hablar de “el imperialismo en el buen sentido”, por lo que se entendía “la conciencia de que a veces tenemos (las potencias europeas) el deber ineludible de realizar tareas pesadas u ofensivas como defender el Canadá o gobernar Irlanda”, frases como esta eran cotidianas en los respectivos gobiernos de turno europeos. Sea como sea, este periodo se caracterizó por un afán de conquista de nuevos territorios por parte de las principales potencias europeas, lo que traería fatales consecuencias para millones de habitantes africanos y asiáticos, lo cuales serían explotados de forma indiscriminada para satisfacer las ansias de poder y riquezas de los diferentes gobiernos europeos.
Este artículo está basado en el método hermenéutico- interpretativo, el cual, a través de un estudio bibliográfico, pretende entregar una visión integral del proceso imperialista llevado a cabo por las potencias europeas de la segunda mitad del siglo XIX. Entre los autores más destacados, a nuestro parecer, es Eric Hobsbawm, historiador británico de prestigio a nivel mundial, de corte marxista, influenciado a su vez por la Escuela de los Annales, miembro insigne de la Historia Social Británica de la segunda mitad del siglo XX. Acostumbra utilizar fuentes primarias y efectuar una vasta revisión bibliográfica con respecto al tema de estudio, además aporta con una visión crítica al momento de interpretar el proceso imperialista mencionado. Otro historiador visitado fue Asa Briggs, quien, junto a Patricia Clavin, efectuaron un trabajo concienzudo, también basado en fuentes primarias, junto con un análisis en base a bibliografía, de corte interpretativo aunque desde un punto de vista más conservador que Hobsbawm.
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