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La transmisión de los poemas medievales estaba en manos de los trovadores y los juglares. Ellos eran los encargados de «llevarlos» de pueblo en pueblo.
La transmisión de los poemas medievales estaba en manos de los trovadores y los juglares. Ellos eran los encargados de «llevarlos» de pueblo en pueblo. Un buen ejemplo es el Poema de Mío Cid, obra clave en la literatura medieval y el el mester de juglaría; todos sus características muestran el activa papel que tenía el juglar.
Los trovadores eran compositores, músicos e intérpretes generalmente de clase alta y, por ello, cultos.
El juglar rara vez era autor y, básicamente, se dedicaba a interpretar. De vida ambulante y a cambio de dinero, en su actuación solía también haber una parte circense: malabarismo, mimo, equilibrismo, magia. Todo pensado para satisfacer a un público deseoso de espectáculo. Ellos adaptaban las obras y hacían las variantes necesarias para que el público se divirtiera y poder conseguir una buena «soldada».