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El sentimiento de la población transitó de la euforia a la desmoralización.
En principio, la actitud triunfalista en el gobierno se extendió a todo el pueblo que apoyó con fervor y entusiasmo el desembarco de la Fuerzas Armadas argentinas en las islas.
El 2 de abril, Galtieri convocó al pueblo a Plaza de Mayo. Desde el Mundial de Fútbol de 1978, los jefes militares no habían tenido otro "baño de multitud". La sociedad argentina se vio arrinconada contra una paradoja imprevista: el régimen que había sumido el país en una de sus etapas más tenebrosas, ahora aparecía como paladín de una vieja y legítima reivindicación: la recuperación de las Islas Malvinas. Nadie pudo permanecer al margen acerca del tema; muchos se movilizaron de una u otra forma, para expresar su apoyo a la acción militar. Una encuesta registra un 90% de adhesión a los militares.
El pueblo argentino dio un total apoyo a la decisión del gobierno militar, no sólo con su voz sino también donando ropa, joyas, dinero, chocolates y todo que podía ser de ayuda para los chicos de la guerra.
Como contraparte de la euforia que manifestaba el pueblo, sediento de venganza contra la histórica usurpación inglesa sobre nuestro país, se hallaban padres y familias enteras rogando por el regreso de sus hijos; esos hijos que no eran mas que nuestros soldaditos de 1982, desprotegidos, solos, lejos de sus seres queridos, con miedo de ser muertos como mucho de sus compañeros. Algunos de ellos, los que sobrevivían, enviaban cartas a sus familiares y seres queridos, contando la verdad de los acontecimientos. …pensemos en la angustia y desesperación de ellos, tan diferente a la alegría y euforia de todo del resto de la población, que hablaba de un triunfo cercano.
Así, el clima de euforia aumentaba y siguiendo instrucciones oficiales, los medios de comunicación eran los encargados de informar sobre este episodio, con la misma pasión con que se transmite un partido de fútbol y con la misma seguridad de que el partido estaba ganado.
Es así entonces, como la sociedad mantuvo un espíritu triunfalista que era alimentado por los órganos de prensa manipulados por el régimen militar. La censura aplicada a la información sobre el curso de la guerra creó la ilusión de la victoria.
A pesar de todo, como mencioné antes, la inferioridad de combate frente a los ingleses nos llevó lentamente a la derrota y cuando esto no pudo disfrazarse más, los partes oficiales y los medios de comunicación lentamente comunicaron la verdad de lo que estaba ocurriendo, la Argentina estaba siendo vencida.