• Asignatura: Castellano
  • Autor: marroquinmaribel85
  • hace 3 años

Un viajero, teniendo que atravesar el

desierto, colmó su saco de sabrosas

frutas y otros víveres para que no le

escasearan durante la jornada.

Los primeros días iba gozoso y alegre en

vez de detenerse a recoger los frutos

que la naturaleza ofrece en todas partes

para el alivio del viajero, seguía su

camino, alimentándose de lo que llevaba

en la alforja.

Al cabo de pocos días, llegó al desierto;

ya no había más árboles que diesen

frutos ni manantiales de los que brotase

agua; solo se veía una extensísima llanura

cubierta de arenas recalentadas por un

sol abrasador, que excitaba una sed

insaciable. Nada de esto aterraba a

nuestro caminante, mientras requiriendo

su alforja la veía henchida de

comestibles y comía y bebía siempre que sentía el menor estímulo de sed o

hambre.

Pasaron días y vinieron noches, y él veía disminuir el peso de la alforja, sin que,

por eso, redujese su ración diaria.

Al fin, consumiéndose las provisiones cuando estaba a la mitad del viaje y allí

fueron lamentos y llantos, sin que nadie los oyese. Después de muchas horas

de sufrimiento no pudiendo satisfacer el hambre ni la sed, expiró el pobre

caminante, y las arenas del desierto, movidas, por un viento impetuoso,

cubrieron su cadáver.

Niño, tú eres también caminante en la jornada de la vida, en el camino a la

eternidad. Ahora es el tiempo de recoger frutos y atesorar sabiduría, pero si

el trabajo te aterra y malgastas la primavera de tus años, llegarás al término

de tu destino pobre de sabiduría y virtud, y más infeliz aún que el pobre

caminante que pereció de hambre y sed en el desierto.

MARCO ARRÓNIZ (mejicano)

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Respuestas

Respuesta dada por: anyaipuma
0

Ai por quéaai es como morio

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