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Mi vocación es un regalo porque Dios lo ha hecho todo. Todo ha sido gracia, don, regalo, sorpresa. Yo nunca había imaginado nada así. Es una maravilla. Aunque me pasara toda la vida y la eternidad dando gracias no lograría expresar lo que siento. Al principio me costaba mucho aceptar que mi vocación fuera algo tan especial, único e importante. Luego me di cuenta de que todas las vocaciones son así, aunque a veces no lo vemos al principio.
A mí me gusta más la sombra, aunque me encanta el solecito de primavera. Cuando llegaba el verano en Nazaret hacía demasiado calor. Mis amigas y yo siempre competíamos a ver quién se ponía morenita pronto. Mi piel es muy agradecida y al mínimo contacto con el sol se doraba como le pasa a toda buena israelita. Somos un pueblo que ha caminado mucho por el desierto…