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:En Bogotá conviven habitantes y culturas de todo el país. Es una ciudad multicultural, y por eso hay una gran diversidad de espacios que se abren para todos.
Bogotá es una selva de cemento que, desde hace poco más de una década, se ha transformado en una ciudad completamente diferente. Sus calles lúgubres y sombrías se han transformado en pasillos adornados que atraen la mirada. Quienes admiran a la ciudad, también miran con rechazo los trazos “dementes” de los grafiteros.
En la forma como Bogotá se proyecta a sí misma, no hay espacios dispuestos para que los jóvenes hagan arte. El arte callejero no coincide con “el imaginario de capital”. Hasta hace un año, Enrique Peñalosa afirmaba que el grafiti era sinónimo de inseguridad y que, por lo tanto, traía consigo criminalidad.
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