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pero veo otra ley en los miembros de mi cuerpo que hace guerra contra la ley de mi mente, y me hace prisionero de la ley del pecado que está en mis miembros.
Este pasaje no representa al apóstol como uno que caminaba a la carne, sino como uno que tenía mucho en el fondo, no caminar así. Y si hay quienes abusan de este pasaje, como también las otras Escrituras, para su propia destrucción, los cristianos todavía serios encuentran motivos para bendecir a Dios por haber así lo disponga su apoyo y consuelo. No somos, por el abuso de como están cegados por sus propias pasiones, a encontrar defectos en la escritura, o cualquier interpretación justa y bien justificado de la misma. Y ningún hombre que no se dedica a este conflicto, se puede entender claramente el significado de estas palabras, o juzgar correctamente con respecto a este doloroso conflicto, lo que llevó al apóstol para lamentar a sí mismo como un hombre miserable, limitada a lo que él aborrecía. No podía entregarse; y esto lo hizo gracias al más fervientemente a Dios por el camino de la salvación revelado a través de Jesucristo, el cual le prometió que, al final, la liberación de este enemigo. Así entonces, dice él, yo mismo, con mi mente, mi juicio prevalece, afectos y propósitos, como un hombre regenerado por la gracia divina, servir y obedecer la ley de Dios; pero con la carne, la naturaleza carnal, los restos de la depravación, que sirven a la ley del pecado, que las guerras contra la ley de mi mente. No sirve que para vivir en ella, o que le permita, pero como no puede liberarse de ella, incluso en su mejor estado, y la necesidad de buscar ayuda y liberación de sí mismo. Es evidente que le agradece a Dios por Cristo, como nuestro libertador, como nuestra expiación y justicia en sí mismo, y no por ninguna santidad forjado en nosotros. Él sabía de tal salvación, y repudió cualquier título a la misma. Él estaba dispuesto a actuar en todos los puntos agradables a la ley, en su mente y la conciencia, pero se vio obstaculizada por el pecado que mora en nosotros, y nunca alcanza la perfección la ley exige. ¿Cuál puede ser la liberación de un hombre siempre pecaminoso, pero la gracia gratuita de Dios, como se ofrece en Cristo Jesús? El poder de la gracia divina, y del Espíritu Santo, podrían acabar con el pecado de nuestros corazones, incluso en esta vida, si la sabiduría divina no había pensado en otra forma conveniente. Pero se sufre, que los cristianos podrían constantemente sentir y comprender a fondo, el estado miserable de la que la gracia divina que salva; puedan ser guardados de la confianza en sí mismos; y puede nunca contener todo su consuelo y la esperanza, de la gracia rica y libre de Dios en Cristo.