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Chile posee más de 4.000 kilómetros de costa y, sin embargo, muy poco se sabe acerca de lo qué hay bajo el mar que se extiende frente a nuestro continente. El fondo del mar, así como toda la superficie de la Tierra, está formado por rocas. Aquellas que se encuentran bajo los océanos reciben el nombre de corteza oceánica, y si bien tiene un espesor promedio de tan solo siete kilómetros, es muy importante para diferentes procesos que ocurren en nuestro planeta.
La corteza oceánica se está formando en todo momento y tiene su origen en las dorsales que son grandes cordilleras submarinas que se encuentran interconectadas bajo los océanos de todo el mundo.
Estas cordilleras, a diferencia de las continentales como Los Andes o los Himalayas, se generan porque la corteza se está expandiendo. En aquellos lugares donde esto ocurre, el esfuerzo provoca que las rocas se quiebren y se abran grandes fisuras que pueden llegar a medir miles de kilómetros de largo. Cuando esto pasa, la disminución de la presión sobre las rocas calientes más profundas causa que una parte de estas se derrita, generando lo que se conoce como magma, un líquido caliente compuesto por roca fundida, cristales en suspensión y gases disueltos. Este magma asciende y se ubica bajo la fisura al centro de la dorsal, formando un reservorio o cámara donde se almacena. Es justamente en esta cámara donde comienza la formación de la corteza oceánica.
El magma bajo las dorsales es un líquido muy caliente, denso y poco espeso, compuesto en gran medida por elementos pesados como el hierro y el magnesio. A partir de este magma se forman las rocas que van componiendo la corteza oceánica mediante capas que se superponen una a otras en un proceso continuo de creación.
La capa más inferior se forma cuando el magma comienza a enfriarse y se solidifica lentamente en la cámara, dando forma a unos cristales que más tarde darán origen a una roca pesada y oscura, llamada comúnmente gabro. La capa que le sigue se genera debido a que la corteza en expansión que existe sobre la cámara se rompe y crea fracturas, lo que hace que el magma se cuele por estas ranuras y suba hacia la superficie, formando lo que se conoce como diques. De este modo, la capa superior es producto de la lava que brota a través de los diques, la cual se enfría rápidamente una vez que entra en contacto con el agua del mar (normalmente mucho más fría), creando una suerte de cavidades alargadas y redondeadas con forma de almohadas por donde sigue circulando la lava. Estas cavidades a su vez se fisuran y dejan que la lava vuelva a escapar, creando así una red de almohadillas interconectadas. La lava, al enfriarse, origina también una roca oscura y pesada, que contiene cristales muchísimo más pequeños y una gran cantidad de vidrio, llamada basalto. Finalmente, todo está cubierto por una gruesa capa de sedimentos, polvo de roca muy fino que cae al fondo del mar cuando estas se muelen o deshacen, además de los restos de animales marinos, que se encuentran en suspensión en el agua y que son arrastrados por las corrientes mar adentro.
Esta secuencia de formación de rocas que da cuerpo a la corteza oceánica se repite a lo largo de toda la cordillera submarina y puede reconocerse en cualquier lugar del fondo oceánico, ya que la expansión de la corteza terrestre traslada durante millones de años la roca recién formada en las dorsales, como si se tratara de una cinta transportadora. Así, la roca más joven se halla justo junto al cordón de la dorsal y la más antigua se encuentra muy lejos de ella, llegando a aquellos puntos donde la corteza oceánica desaparece al hundirse bajo alguna otra, ya sea continental u oceánica. Este es, precisamente, el caso de Chile, en que la corteza oceánica formada a una distancia de hasta 3.600 kilómetros en la dorsal que comprende a la Isla de Pascua, se hunde bajo el continente.
La formación de la corteza oceánica es algo complejo, y aún falta mucho por conocer acerca de las razones por las cuales se genera y cómo funciona exactamente el mecanismo que lleva a su creación, por lo que el origen de las rocas en el fondo de los océanos sigue siendo un proceso lleno de misterios.
La corteza oceánica se está formando en todo momento y tiene su origen en las dorsales que son grandes cordilleras submarinas que se encuentran interconectadas bajo los océanos de todo el mundo.
Estas cordilleras, a diferencia de las continentales como Los Andes o los Himalayas, se generan porque la corteza se está expandiendo. En aquellos lugares donde esto ocurre, el esfuerzo provoca que las rocas se quiebren y se abran grandes fisuras que pueden llegar a medir miles de kilómetros de largo. Cuando esto pasa, la disminución de la presión sobre las rocas calientes más profundas causa que una parte de estas se derrita, generando lo que se conoce como magma, un líquido caliente compuesto por roca fundida, cristales en suspensión y gases disueltos. Este magma asciende y se ubica bajo la fisura al centro de la dorsal, formando un reservorio o cámara donde se almacena. Es justamente en esta cámara donde comienza la formación de la corteza oceánica.
El magma bajo las dorsales es un líquido muy caliente, denso y poco espeso, compuesto en gran medida por elementos pesados como el hierro y el magnesio. A partir de este magma se forman las rocas que van componiendo la corteza oceánica mediante capas que se superponen una a otras en un proceso continuo de creación.
La capa más inferior se forma cuando el magma comienza a enfriarse y se solidifica lentamente en la cámara, dando forma a unos cristales que más tarde darán origen a una roca pesada y oscura, llamada comúnmente gabro. La capa que le sigue se genera debido a que la corteza en expansión que existe sobre la cámara se rompe y crea fracturas, lo que hace que el magma se cuele por estas ranuras y suba hacia la superficie, formando lo que se conoce como diques. De este modo, la capa superior es producto de la lava que brota a través de los diques, la cual se enfría rápidamente una vez que entra en contacto con el agua del mar (normalmente mucho más fría), creando una suerte de cavidades alargadas y redondeadas con forma de almohadas por donde sigue circulando la lava. Estas cavidades a su vez se fisuran y dejan que la lava vuelva a escapar, creando así una red de almohadillas interconectadas. La lava, al enfriarse, origina también una roca oscura y pesada, que contiene cristales muchísimo más pequeños y una gran cantidad de vidrio, llamada basalto. Finalmente, todo está cubierto por una gruesa capa de sedimentos, polvo de roca muy fino que cae al fondo del mar cuando estas se muelen o deshacen, además de los restos de animales marinos, que se encuentran en suspensión en el agua y que son arrastrados por las corrientes mar adentro.
Esta secuencia de formación de rocas que da cuerpo a la corteza oceánica se repite a lo largo de toda la cordillera submarina y puede reconocerse en cualquier lugar del fondo oceánico, ya que la expansión de la corteza terrestre traslada durante millones de años la roca recién formada en las dorsales, como si se tratara de una cinta transportadora. Así, la roca más joven se halla justo junto al cordón de la dorsal y la más antigua se encuentra muy lejos de ella, llegando a aquellos puntos donde la corteza oceánica desaparece al hundirse bajo alguna otra, ya sea continental u oceánica. Este es, precisamente, el caso de Chile, en que la corteza oceánica formada a una distancia de hasta 3.600 kilómetros en la dorsal que comprende a la Isla de Pascua, se hunde bajo el continente.
La formación de la corteza oceánica es algo complejo, y aún falta mucho por conocer acerca de las razones por las cuales se genera y cómo funciona exactamente el mecanismo que lleva a su creación, por lo que el origen de las rocas en el fondo de los océanos sigue siendo un proceso lleno de misterios.
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