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Al principio de su carrera política, Adolf Hitler consideraba que los asuntos económicos eran relativamente poco importantes. En 1922, Hitler afirmó que «la historia mundial nos enseña que ningún pueblo se ha convertido en grande a través de su economía, pero un pueblo puede perecer por ella» y, más tarde, concluyó que «la economía es algo de importancia secundaria». Hitler y los nazis tenían una concepción muy idealista de la historia, la cual sostenía que los acontecimientos humanos son guiados por un pequeño número de individuos excepcionales que siguen un ideal más alto. Creían que todas las preocupaciones económicas, al ser puramente materiales, no merecían su consideración. Hitler incluso llegó a culpar a todos los gobiernos alemanes previos desde Bismarck por su economicismo, y por haber «subyugado la nación al materialismo», es decir, por haber dado primacía a los factores económicos más que a los etno-culturales o territoriales.
Por estas razones, los nazis nunca tuvieron un programa económico claramente definido. El «Programa de 25 puntos» del Partido, adoptado en 1920, mencionaba varias demandas económicas, que incluían la «supresión de todos los ingresos no generados por trabajo», «la confiscación implacable de todos los beneficios de guerra», «la nacionalización de todos los negocios que se han formado en empresas», «la participación de los beneficios en las grandes empresas», «el amplio desarrollo de seguros para la vejez» y una «reforma agraria adecuada a nuestras necesidades nacionales»;sin embargo, ha sido cuestionado el grado en que los nazis apoyaron este programa en años posteriores. En los años 1920, se realizaron varios intentos por cambiar el programa o reemplazarlo por completo. Así, en 1924, Gottfried Feder propuso un nuevo programa de 39 puntos que mantenía algunos, reemplazaba otros y añadía muchos puntos completamente nuevos. Hitler se negó a permitir cualquier discusión del programa después de 1925, aparentemente, debido a que no era necesaria ninguna discusión puesto que el programa era «inviolable» y no necesitaba ningún cambio. Al mismo tiempo, Hitler nunca expresó apoyo público por el programa y muchos historiadores sostienen que, en privado, se oponía a él. Hitler no mencionó ninguno de los puntos del programa en su libro Mein Kampf y solo hablaba de él de paso como «el denominado programa del movimiento».
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