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La ciencia tradicional, aquella que deriva de la experiencia de los sujetos y que se transmite de generación en generación a través de los relatos y la oralidad, ha estado desde siempre en una segunda posición frente a la ciencia que se produce en los grandes centros de pensamiento, que se valida en las publicaciones indexadas y que tiene una mayor difusión en la academia y en los medios. Ese saber tradicional que poseen muchas comunidades y que les sirve para atender las demandas de los problemas de su cotidianidad se está uniendo al conocimiento académico para solucionar los problemas que limitan su desarrollo y sus posibilidades de acceder a una mejor calidad de vida.
Este es el caso de una comunidad de Cumbal (Nariño) al sur de Colombia, donde las condiciones climáticas de un territorio principalmente montañoso ubicado a más de tres mil metros de altura sobre el nivel del mar y con una vocación netamente ganadera hacen que sus habitantes vean limitadas sus posibilidades de sustento al levante de vacunos y la cría de algunas especies menores. Consagrar sus tierras a la ganadería implica desperdiciar su potencial agroecológico al dedicar los terrenos al pastoreo en un modelo que requiere al menos media hectárea por cada bovino y la atención casi exclusiva al cuidado de los animales. Ante esta situación, los habitantes de la región decidieron optar por organizarse aprovechando su rica historia cultural heredada de las comunidades indígenas de las cuales descienden y en la cual la minga, trabajo comunitario de carácter recíproco, predomina.
Esta capacidad natural de organización los llevó a interesarse por participar en el Programa “A Ciencia Cierta” de Colciencias que promueve el fortalecimiento de experiencias ciudadanas y/o comunitarias a partir de la apropiación social de la ciencia, la tecnología y la innovación. En 2015 la Asociación Kumba, una organización de origen indígena que opera en el Municipio de Cumbal, presentó una propuesta para producir fresas con criterios agroecológicos, aplicando conocimientos ancestrales. Acompañados por funcionarios de Corpoica y la Universidad de Nariño esta comunidad inició un proceso de interacción a partir del cual se capacitaron cultivos bajo condición de invernadero, el manejo de controles biológicos para el tratamiento de las larvas de insectos que afectan los cultivos, uso de instrumentos de medición para control de temperatura, humedad relativa, lluvias y contenidos de azúcar en las frutas.
Empleando sustancias de origen animal y vegetal propias de la región y como parte del manejo ancestral que dan al producto se usaron biopreparados para el control de plagas y enfermedades de la fresa. La comunidad preparó sus propios abonos orgánicos y con la asistencia técnica aprendieron a hacer uso de minerales como sulfatos los cuales contienen propiedades nutritivas para las plantas y cambiar la composición de sus abonos para hacerlos más efectivos. Así mismo, la comunidad realizó procesos investigativos de la germinación de la planta implementando procesos de germinación de la semilla utilizando diferentes sustratos (turba, cascarilla de arroz, mezclas de cascarilla y turba, turba con polvo de piedra, turba con lombricompuesto, entre otros.
El proyecto además de contribuir con la formación, ayudó al rescate de tradiciones por medio de la utilización de plantas curativas y el aprovechamiento de los recursos que se tienen a la mano como los desechos de la cosecha y el estiércol de los animales, en especial de las vacas y de los cuyes. Esta cooperación entre las prácticas ancestrales y la ciencia ha contribuido a la implementación de nuevos cultivos en la zona, al conocimiento y adaptación de nuevas tecnologías en el manejo de cultivos permitiendo la preservación de los recursos naturales y el cuidado del medio ambiente, de esta manera ciencia tradicional y la ciencia moderna se unen para contribuir al mejoramiento de la calidad de vida de las comunidades más apartadas del país y el desarrollo de una nación sostenible, a ciencia cierta.
Explicación:
Dame coronita porfa