• Asignatura: Castellano
  • Autor: marianochaparro75
  • hace 3 años

Por que se llama arbol grabado

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Respuesta dada por: irissotoreyna
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porque :

CUENTO:

El árbol grabado

Fui vestida de diablo y muy temprano al banquete. Mi disfraz tenía olor a aceite de ricino. Asistí a todos los preparativos de la fiesta.

–Un banquete es siempre un banquete –dijo Sara, acomodando los asientos alrededor de la mesa larga, debajo de la sombra del sauce–. Las fuentes tienen que estar bien dispuestas, los vasos frente a los platos y cubiertos correspondientes.

Clorindo, disfrazado de fantasma con una sábana, miraba el ir y venir de su madre, Sara.

–Veinte invitados, es mucho –prosiguió Sara–. Es la primera vez que recibimos tantos invitados para un almuerzo. El cumpleaños de don Locadio, tu abuelo, es importante: cumple sesenta años.

Clorindo seguía jugando: había descubierto un hormiguero, junto al tronco del sauce, y pensó, siguiendo mis consejos, que tal vez sería gracioso colocarlo adentro de un postre. Buscamos una cajita de cartón, donde pusimos el hormiguero, y fuimos en busca de Sara, que sacaba del horno las tartas, que recubría con dulce y luego con una tapa de la misma masa. En el momento en que Sara fue al otro cuarto, colocamos en el interior de una tarta el hormiguero; lo cubrimos con dulce y luego con la tapa. Sara, atareada como estaba, no lo advirtió.

Los invitados llegaron y no tardaron en sentarse. Sara y sus hermanas traían las fuentes de la cocina. Como era carnaval se habían disfrazado: la Pirucha de odalisca, el Turco de león, Rosita Peña de gaucho, porque era domadora; yo, de diablo, no hay que olvidarlo, y Clorindo de fantasma. Pocas veces la animación de una fiesta, en casa de Sara, había tomado esas proporciones. Alguien pronunció un discurso, antes de brindar. Cuando llegó el momento de los postres, la Pirucha aplaudió, pero Sara modestamente se excusó diciendo que no era la época del membrillo y que rellenas de manzana las tartas valían poco. Había cinco tartas distribuidas sobre la mesa. Pirucha clavó el cuchillo en la que estaba colocada frente a su plato. En cuanto partió la masa, salieron las hormigas. Pirucha dio un grito, luego quiso disimular, en vano el desastre. Clorindo se escondió debajo de la mesa. Con su conducta llamó más la atención.

Don Locadio, que estaba muy congestionado, se puso de pie. Tenía que infligir un castigo a Clorindo.

–No es posible que este niño –dijo– llene nuestros alimentos de hormigas. Contienen ácido fórmico, un laxante muy enérgico.

–Nos haría falta, después de lo que hemos comido –dijo Delia Ramírez, con amable sonrisa.

–¿Qué castigo se le puede infligir? –dijo Sara–. Ya comió todo lo que quiso.

–Buscaré los látigos y lo azotaré delante de todos ustedes –dijo Locadio–. Es un asesino. Lo mismo hubiera puesto veneno, en vez de hormigas.

Todo el mundo calló. Don Locadio buscó el látigo, tomó de una pierna a Clorindo. Retiró el plato, los cubiertos y el vaso colocados frente a su asiento y puso a Clorindo sobre la mesa. Le sacó el pantalón y le asestó ocho latigazos.

–Qué horrible –dijo Pirucha, cubriéndose la cara–. ¡Qué indecente! Es la primera vez que veo un varón desnudo.

–¿No tienes hermanitos? –preguntó Rosita, con naturalidad. Cuando terminó de asestar los latigazos, don Locadio sudaba. –Y ahora hay que perdonarlo –dijo Sara, vistiendo a Clorindo–. No lo harás nunca más, nunca más. ¿No es cierto?

–Nunca más –dijo Clorindo.

Clorindo buscaba algo sobre la mesa. Tomó su cuchillito y sin vacilar se lo clavó a don Locadio en el corazón.

Fue en ese momento cuando los invitados creyeron que habían tenido una premonición, pues al encaminarse al banquete habían visto árboles con un corazón grabado en el tronco y una puñalada profunda en el centro.

Clorindo se divertía, como todos los niños, con juegos de su invención; el predilecto había sido aquel juego del corazón grabado por él mismo, en los troncos de los árboles, al que le clavaba un cuchillo, probando su puntería, que era bastante buena. Los árboles del pueblo, desde hacía tiempo, llevaban todos la marca de estos juegos.

“Por aquí pasó el diablo, que se apoderó del alma de Clorindo”, dijeron las personas, después del crimen, al ver los troncos marcados. Y yo me sentí culpable.

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