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Martina Carrillo trabajaba en la hacienda de la Concepción y junto a Pedro Lucumí formaron parte de la comisión que visitó al Presidente, para presentar sus quejas en contra del maltrato de sus patronos.A finales de enero de 1778, tres parejas de esclavos entre ellos Martina Carrillo, huyeron para ir a Quito a presentarse ante el Presidente, una serie de quejas referentes al maltrato que recibían por parte del administrador Francisco Arrecoeche. Las quejas que la Comisión presentó al Presidente José Dibuja, fueron las siguientes:1.- A los esclavos se les daba menos comida de lo que la Ley dictaba, haciendo la alimentación netamente insuficiente.2.- La renovación del vestuario no se efectuaba a su debido tiempo.3.- Se obligaba a los esclavos a trabajar los domingos, hasta el medio día, quitándoles tiempo para el descanso y para trabajar sus pequeñas chacras (contrariamente a la costumbre establecida desde el tiempo de los jesuitas).4.- Los esclavos recibían castigos demasiados rigurosos e injustificados, ya que eran cumplidos en sus labores.
El Presidente Dibuja, los recibió y los escuchó, consideraba que los esclavos tenían derecho a recurrir a la autoridad superior, por lo que decidió enviar a un nuevo administrador, de nombre Andrés Fernández, con el encargo de reemplazar al anterior y de investigar sobre las acusaciones presentadas por los esclavos.Cuando los esclavos volvieron a La Concepción, fueron castigados: a Lucumí, le dieron 500 latigazos por ser el jefe de la Comisión; a Martina le dieron 300 latigazos y así fue con todos los de la Comisión, tanto que después de 15 días todavía no podían regresar al trabajo.El nuevo administrador, llegó después de dos meses, vio todas las señales de los castigos recibidos, a pesar de la orden del Presidente de no castigarlos. Arrecochea intentó defender su actuación, el nuevo administrador decidió enviar a su predecesor a la prisión real de Quito y fue condenado a pagar una multa de 100 pesos al Estado y otra multa de 100 pesos, a los esclavos que habían sido víctimas de su crueldad.Martina Carrillo y sus compañeros siguieron esclavizados, pero habían conseguido mejorar las condiciones de vida de todos y todas las compañeras y sentar un precedente:
1.-La posibilidad para los esclavos de hacer respetar sus derechos y reconocer su dignidad;
El Presidente Dibuja, los recibió y los escuchó, consideraba que los esclavos tenían derecho a recurrir a la autoridad superior, por lo que decidió enviar a un nuevo administrador, de nombre Andrés Fernández, con el encargo de reemplazar al anterior y de investigar sobre las acusaciones presentadas por los esclavos.Cuando los esclavos volvieron a La Concepción, fueron castigados: a Lucumí, le dieron 500 latigazos por ser el jefe de la Comisión; a Martina le dieron 300 latigazos y así fue con todos los de la Comisión, tanto que después de 15 días todavía no podían regresar al trabajo.El nuevo administrador, llegó después de dos meses, vio todas las señales de los castigos recibidos, a pesar de la orden del Presidente de no castigarlos. Arrecochea intentó defender su actuación, el nuevo administrador decidió enviar a su predecesor a la prisión real de Quito y fue condenado a pagar una multa de 100 pesos al Estado y otra multa de 100 pesos, a los esclavos que habían sido víctimas de su crueldad.Martina Carrillo y sus compañeros siguieron esclavizados, pero habían conseguido mejorar las condiciones de vida de todos y todas las compañeras y sentar un precedente:
1.-La posibilidad para los esclavos de hacer respetar sus derechos y reconocer su dignidad;
2.-El poder recibir una compensación financiera por los perjuicios de los que habían sido víctimas.Los intentos de rebeldía se desarrollan, por lo que Antón (2007, p. 83), afirma que “en enero de 1778 tres parejas esclavizadas de la Hacienda de la Concepción huyeron de Quito para presentar al presidente de la Real Audiencia quejas por el maltrato que recibían de su amo”, liderado por Martina, aunque Antón asegura en su publicación, que cuando regresó el grupo, habría sido castigado cruelmente; así, Pedro Lucumí recibió 500 latigazos y Carrillo 300. Sin embrago, lo valioso de este acto fue el ejemplo que demostraron a sus semejantes.
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