resumen de: Cada uno de nosotros es un ser único e irrepetible, pero sólo somos lo que somos entre otros humanos. Cada uno se va constituyendo a través de sucesivas identificaciones con los otros.
No puede negarse la fuerza de la vida social sobre nosotros. El ser humano nunca está solo y no sería lo que es sin su dimensión social. Pero son las decisiones humanas, las decisiones de los individuos, los que transforman a esa sociedad. Se da así un juego recíproco entre la sociedad y el individuo.
No es posible pensar en los individuos como seres aislados porque la relación de la persona con la sociedad es imprescindible. Pero a la vez, cada uno de nosotros, desde nuestro lugar, con nuestras acciones, con nuestros comportamientos, damos vida a esa sociedad de la que formamos parte.
Por momento, podemos sentir que la influencia de la sociedad sobre nosotros es tan fuerte que no nos permite llegar a sur auténtico individuos. A través de los medios de comunicación masivos, la publicidad nos incita a comprar esto a aquello, mientras que los comunicadores sociales influyen en nosotros con sus opiniones. Al final, es probable que nos termine gustando lo que a todos les gusta y que terminemos opinando como opina la mayoría. ¿Es posible ser uno mismo, expuestos como estamos a tantos condicionamientos?
En realidad, sociedad e individuo no deberían ser término incompatibles. No lograremos ser singulares aislándonos del mundo ni alejándonos de la multitud; podemos encontrar nuestro ser original entre los demás, sin necesidad de apartarnos de ellos.
Podemos ser nosotros mismo en relación con nuestros semejantes y, sólo si lo logramos, podemos establecer auténticas relaciones con los otros.
Un filósofo austríaco de este siglo, Martín Buber, se interesó especialmente por este tema de las relaciones entre las personas.
Para Buber, la autenticidad de un ser humano no puede darse en el aislamiento sino en la relación, en el encuentro con otro ser humano: “El hecho fundamental de la existencia humana es la relación del hombre con el hombre”.
Ese encuentro se da en ocasiones, a veces fugaces, pero en esas ocasiones somos plenamente humanos. Se puede dar en una conversación, en un abrazo, en un cruce de miradas. Son situaciones en que lo esencial no ocurre en uno y en otro de los participantes, sino que ocurre entre los dos.
Toda relación auténtica es mutua, es recíproca. Yo influyo en el otro y el otro influye en mí, el niño aprende del padre y el padre aprende del niño. Además, en este tipo de relación, uno ve al otro como persona y no como una cosa entre las cosas. Por eso, el otro no puede ser clasificado o descripto como puede hacerse con una piedra, un animal o una herramienta.
¿Podemos conocer a los demás? Depende del significado que le demos al término conocer. No podemos conocer a los otros del mismo modo en que el científico conoce los movimientos de los astros. No podemos transformar a los otros en objeto de nuestro conocimiento porque, si hacemos esto, nuestra relación con ellos se deshumaniza. Por ejemplo, un médico trata de averiguar la causa de los síntomas que presenta su paciente con el fin de curarlo. Para ello, lo observa, mira radiografía, evalúa los resultados de los análisis de sangre. Lo que el médico hace no es muy diferente a lo que hace un ingeniero que está interesado en conocer las causas del desperfecto de una máquina para poder arreglarla. Sin embargo, el médico no está frente a una máquina y no puede olvidar que su paciente es un ser humano. Si olvida que el otro es un sujeto, entonces deja de tener con él una relación humana.
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Muuuyyy lindo de ahhh
Es tarea? ;(
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