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Desde la cruz, Jesús nos enseña una verdad que Catalina McAuley, fundadora de las Hermanas de la Misericordia, comprendió también. Ella se arriesgó a prestar atención a la palabra de Dios y a responder con hechos de amor y sacrificio. Pero en otro sentido, no hay nada más seguro ni más gratificante que oír la palabra de Dios, porque Jesús dijo que quienes oyen y cumplen la palabra de Dios son su madre, sus hermanos y hermanas.
La tercera palabra de Jesús es un recuerdo poderoso de que somos parte de una familia mucho más grande, una familia global, una familia que necesita amor desesperadamente. Todas/os nos pertenecemos unas/os a otras/os. En su lecho de muerte, Catalina McAuley estaba pensando en sus hermanas en Misericordia. Las palabras que dijo durante su última hora fueron “tomen una buena taza de té…cuando ya no esté y consuélense, una a otra, pero Dios las consolará”.
Todas/os estamos interconectadas/os. Si hay muros y divisiones como la pobreza, el racismo y otros asuntos, se deben desmantelar para ya no deshonrar más a nuestra Tierra. Nuestra internacionalidad e interculturalidad son obra de Dios y es el latido de la creación de la paz.
muchas gracias lo necesitaba