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Antigüedad
literatura
En la antigüedad los relatos previos a la escritura se transmitían oralmente.
El primer texto literario de la historia es la Epopeya de Gilgamesh, un poema épico de origen sumerio, inscrito en tabletas de arcilla con escritura cuneiforme. Sin embargo, como en la mayoría de los textos previos a la invención de la escritura, es probable que se transmitiera de manera oral. Se estima que este imaginario se remonte al año 2800 antes de Cristo.
Algo similar ocurre con la Ilíada y la Odisea, epopeyas fundacionales helénicas atribuidas a un aedo de nombre Homero, quien se acusa a menudo de haber sido un esclavo ciego del siglo VIII a.C. Lo cierto es que estas dos epopeyas se consideran, junto con las diversas tragedias que luego inspiraron en los grandes dramaturgos griegos (Sófocles, Eurípides y Esquilo), como la piedra fundacional de la literatura occidental.
Existen tradiciones antiguas también en culturas milenarias como la china, cuya tradición poética se inicia con Qu Yuan y su poema Lisao (Dolor de lejanía) durante la dinastía Shang (1765 a 1122 a.C.).
Géneros literarios
Literatura
El ensayo expone una serie de ideas con claridad, gracia y un estilo expositivo.
En la actualidad se contemplan cuatro formas literarias posibles, denominadas géneros literarios: la poesía, la narrativa, la dramaturgia y el ensayo. Dentro de cada uno puede haber distintas propuestas, elaboraciones y tendencias.
Narrativa. Los textos narrativos son aquellos que relatan una anécdota. Ya sean breves (cuento, microcuento) o largos (novela), o incluso de no-ficción (crónica).
Poesía. Se entiende por poemas, del tipo que sea, los textos reflexivos o descriptivos que, en vez de relatar un evento o exponer claramente algún tipo de idea, intentan más bien transmitirla a partir de la metáfora y el juego lingüístico.
Dramaturgia. Llamamos dramaturgia a la escritura de textos destinados a ser representados teatralmente, por lo que poseen una convención totalmente distinta a los narrativos (carecen de narrador).
Ensayo. Los textos ensayísticos discurren poéticamente respecto a un tema de interés, vale decir, exponen una serie de ideas con claridad, gracia y un estilo expositivo propio.
Más en: Géneros literarios.
El canon literario
Para poder decidir qué se considera literatura y qué no, y por lo tanto qué será leído a futuro y qué será echado al olvido, existe una figura imaginaria llamada el canon. Canon viene de la palabra griega (kanon) para “norma” o “vara de medir”, de allí que se tenga como una guía de lo aceptado hasta el momento, más un criterio retroactivo que taxativo, a pesar de que también lo sea de alguna manera.
El canon opera en base a lo ya escrito: todo lo que hasta la fecha se considera parte de la literatura. Habrá, así, lecturas más canónicas que otras, tal y como habrá obras que aspiren a romper o ensanchar el canon, y otras que se ajusten más cómodamente a lo que en su momento era canónico.
Ya que el canon literario varía con el tiempo, a menudo obras que eran tenidas por literatura son desplazadas a otras regiones del saber, y viceversa.
La palabra poética
Literatura
El lenguaje poético encuentra en su opacidad su razón de existir.
Al contrario de lo que se piensa, no existe un lenguaje “más literario” o “más poético” que otro, ni palabras más propensas a la poesía que otras. La diferencia entre el lenguaje poético y el de uso cotidiano radica más en su utilización que en su escogencia: no se trata de que las obras literarias estén escritas en un lenguaje rimbombante o rebuscado, de hecho muchas de ellas lo están en un lenguaje simple que a menudo imita la oralidad.
La diferencia está, según estudiosos del tema como Roman Jakobson, en que el lenguaje común se comporta como un medio translúcido, transparente, mediante el cual aludir y representar la realidad; y el lenguaje poético encuentra en su opacidad su razón de existir, haciéndonos notar la manera singular en que está escrito.
Hay mucho de juego en el acto poético, de variación intencional y de cambio de sentidos.
Verosimilitud
Lo verosímil es una categoría clave para las obras literarias, en especial las narrativas. Todo lector, al inicia una lectura, suscribe un pacto de suspensión temporal de la incredulidad (o pacto metaficcional), el cual le permite leer cosas que no son reales como si estuvieran siéndolo, pero que al cerrar el libro habrán vuelto al reino de lo imaginario.
De esta manera, el pacto obliga al lector a tomar como cierto todo lo dicho durante la lectura, siempre y cuando ésta no se lo imposibilite. Allí es donde la verosimilitud, es decir, la semejanza con la verdad, entra en juego.
Un texto literario ha de ser verosímil en el sentido de que ha de convencer al lector de que ese mundo que le ofrece es posible, incluso si se trata de un universo fantástico. Y eso se consigue respetando sus propias reglas de juego, es decir, pareciéndose a sí mismo por encima de todas las cosas.
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